Cuando Naciones Unidas, en 1971, aprobó una resolución en la que se reconocía a la República Popular China como "único representante legítimo" y se expulsaba a Taiwán de la asamblea, el Gobernador de California Ronald Reagan llamó al presidente Richard Nixon para manifestarle su frustración. Las delegaciones africanas votaron a favor, es decir, en contra de la posición de Estados Unidos, y los representantes de Tanzania, una vez conocido el resultado, comenzaron a bailar. Reagan, al parecer disgustado por la escena, se refiere a estos últimos como unos "monos" que "todavía no se sienten cómodos usando zapatos". A Nixon le hace mucha gracia el comentario del gobernador (se ríe a carcajadas) y se lo cuenta a su Secretario de Estado, William Rogers, quien escucha la historia no una sino dos veces, aunque el presidente, extrañamente más interesado en el insulto racista que en el objeto de la llamada (Reagan quería presionarlo para que Estados Unidos abandonara la ONU), se permite la licencia de sustituir la palabra "monos" por "caníbales".

Estas conversaciones fueron publicadas recientemente por el historiador Tim Naftali en la revista The Atlantic. Según Naftali, los Archivos Nacionales permitieron el acceso a la cinta en el año 2000, pero ocultando el extracto del diálogo mencionado anteriormente que, por "razones de privacidad", no se hizo público hasta hace poco para una nueva revisión de las grabaciones de Nixon. El comentario racista de Reagan, como se puede intuir, ha provocado un gran revuelo. El expresidente es un héroe del conservadurismo estadounidense (habría que especificar del antiguo conservadurismo, no de este nuevo movimiento nacionalista y proteccionista) y sus leales admiradores no suelen llevar muy bien el cuestionamiento de su legado, sobre todo si dicho cuestionamiento procede de la izquierda. Su hija, Patti Davis, escribió un artículo en el Washington Post diciendo que el hombre de las cintas "no es el hombre" con el que ella se había criado y que, si su padre estuviera vivo, sería el primero en mostrar su más sincero arrepentimiento. Algunos han expresado su decepción con el expresidente. Sus adversarios han aprovechado la ocasión para confirmar lo que ya sospechaban. Y otros han recordado que, por aquel entonces, los republicanos no eran los únicos que se expresaban en esos términos. Quizás el que más lejos ha ido de este último grupo es Paul Kengor, quien, además de afirmar varias veces que Reagan "no era un racista" y relatar otros incidentes similares protagonizados por miembros del Partido Demócrata, sugirió que, como Reagan no pensaba de esa forma, el republicano podría estar burlándose del estereotipo (!). "No estoy seguro, pero uno se inclina a darle el beneficio de la duda. Escuchen y juzguen ustedes".

La polémica ha surgido en una época de tensión, pocos días antes de los tiroteos de Dayton y El Paso, con el supremacismo blanco y la xenofobia ocupando mucho espacio en el debate político, y después de que Donald Trump les dijera a unas congresistas que regresaran a sus países de origen. Lo que demuestra la conversación entre estos dos influyentes líderes políticos, así como los ataques y justificaciones emitidas por enemigos y correligionarios, no es que Reagan fuera un racista, sino algo mucho más difícil de asumir a través de la cobarde actitud de Nixon, quien evita presentarse a los demás como el autor del comentario, pero se recrea en la superioridad racial que éste desprendía mientras perpetúa el racismo obviando su existencia.