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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El mensaje

A primera vista, y por si aún faltase presión en las calderas de PP y Cs para ver de su abstención en la investidura del actual presidente en funciones, las recientes palabras de Felipe VI pueden constituir la guinda de un pastel que parece ya más bien amargo. Es posible que en la entrevista de ayer en Mallorca entre este y Pedro Sánchez se citase, aunque apenas hubo referencia directa hacia aquella salida, pero es lícito suponerlo. Del mismo modo que lo es el que el jefe del Estado recuerde la urgencia de que haya en España un Gobierno, y que cuanto antes se apruebe por el Parlamento la condición previa, mejor para todos.

Ocurre que, naturalmente desde un punto de vista personal, se puede afirmar que aquel mensaje es tan lícito como opinable. Y lo es sobre todo porque da la impresión de que cada vez son más los que consideran un perjuicio la convocatoria de nuevas elecciones. Una posición que, con absoluto respeto a los que tal digan, no acaba de estar tan clara: lo que el señor Sánchez y su equipo llaman "bloqueo" es muy parecido a lo del "no es no" tan jaleado en su momento por los hooligans del presidente e incluso a lo sucedido en países de mayor tradición democrática -y más sólida economía- que España y no dejó de ser una salida política normal.

Lo que en cambio no resulta de recibo es que ante la posibilidad de las urnas se elija, o aconseje, una solución consistente en formar un gobierno "como sea y con quien sea". A falta aquí de la deseable costumbre europea de pactar entre fuerzas diferentes, pero que aceptan el mismo marco, en estos Reinos se huye de la realpolitik como si supusiese una epidemia. Y se prefieren las chapuzas resultantes de diálogos sin transparencia y/o fórmulas sectarias -a babor o a estribor- presentándolas como "más convenientes" que la consulta directa a la ciudadanía.

Y no lo son. Sobre todo si se considera el hecho de que cuanto une a las alianzas aritméticas no es la política del bien común, sino sólo el interés de quienes las conforman. De ahí que sería bueno que quienes pueden hablar ab alto toro apostasen por el método más democrático que existe, que son las urnas, en lugar de tenerlas por un riesgo. Sobre todo cuando los precedentes indican que muchos de los pactos que antes se llamaban "contra natura" dan manos resultados para todos, incluidos los firmantes. En Galicia los hubo -esos pactos- a nivel de país y los sucedieron mayorías absolutas de sus adversarios.

Citando a Galicia, no estará de más recordar que este Gobierno -que podría continuar tras las maniobras de laboratorio que se aconsejan y hasta urgen-, en su nonato proyecto presupuestario destinaba a esta tierra un 30% por menos para inversiones. Y que en el reparto de dinero durante los meses iniciales, destinó a algunos lo que negó a la Xunta: a eso no se le llama precisamente justicia distributiva. Y es por eso que muchos gallegos preferirían decidir por sí mismos -en la proporción que les toque- y no por intermediarios que no tienen ese mandato. Y, puestos a hablar de fórmulas alternativas a las elecciones, habría dos: que el PSOE designase otro candidato, vista la inutilidad política del señor Sánchez o ir a un Gobierno "de salvación nacional", y quizá nunca mejor denominado que ahora.

¿O no...?

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