El modernista proyecto de la Universidad de Vigo para sus dependencias en el centro de la ciudad parece marcar el final del viejo Berbés, tal como se conoció.

Es un proyecto vanguardista, y sostenible --una de las palabras sagradas de estos tiempos-, como corresponde a una Universidad politécnica y puntera, pero que se va a notar tanto que modifica la imagen histórica.

La diferencia la establecen los 380 metros de madera contralaminada de la fachada, que pone el contrapunto al entorno por sus dimensiones. De suyo, el inmueble es uno de los primeros edificios públicos que utiliza ese material para su construcción.

La combinación con la piedra, que distingue a la antigua edificación viguesa, sólo atenúa el contraste con la sobriedad original del barrio que caracterizó a Vigo.

Ha sufrido un sinfín de cambios desde que los imperativos industriales cayeron sobre lo que en tiempos se conoció como la Ribera del Berbés.

Todo comenzó en 1910, con el anteproyecto de mejora del puerto, trazado por el ingeniero Eduardo Cabello, que incluía la ampliación de la dársena del Berbés. Desde entonces, el puerto ganó terreno a la Ribera, hasta su eliminación definitiva.

Las industrias del mar despuntaban, Vigo estaba en pleno desarrollo y se jugaba mucho: necesitaba un gran puerto pesquero moderno, y dónde instalarlo.

En abril de 1928 llegó a Vigo, desde A Coruña, la Comisión Interministerial encargada del emplazamiento de los puertos pesqueros estatales, que se reunió con el alcalde y representantes de las principales entidades. Plantearon que se construyera en la ciudad el primer puerto pesquero nacional.

En agosto vino el ministro de Fomento, conde de Guadalhorce, al que Barreras Massó, presidente de la Asociación de Industrias Pesqueras, concretó la propuesta viguesa.

El lugar idóneo era donde históricamente recalaban las barcas, se descargaba el pescado, y las gentes del mar lo manipulaban.

Nunca se dijo explícitamente que el puerto se construiría allí -incluso se libraron polémicas entre propulsores del desarrollo y defensores del patrimonio-, porque el Berbés despertaba un respeto reverencial en los vigueses, pero entre la necesidad y los sentimientos, se impuso la economía.

La premonición de quienes se oponían a que allí se construyera el puerto, y la lonja, porque supondría la transformación del viejo barrio, habría de cumplirse inexorablemente.

De entonces a acá, ha sufrido múltiples agresiones, y el lógico abandono, al dejar de ser lo que siempre fue. Una muy llamativa fue la construcción de un parking, de los más lóbregos de la ciudad, que ha desfigurado la perspectiva.

El conjunto de edificaciones, con sus soportales y balconadas, cuya estampa se ha convertido en icono que adorna muchas casas y locales vigueses, fue pasto del tiempo y del abandono. Y han llegado merodeadores poco recomendables para el vecindario.

El Plan de recuperación del Casco Vello ha permitido rehabilitar un buen número de edificios, en diversos barrios.

La Universidad, que se había comprometido a retornar al centro de Vigo, se ha sumado al Plan, y ha adquirido tres inmuebles del Berbés.

Cabía esperar que rehabilitara esos edificios, de forma que se integrasen en el marco histórico. Pero no ha sido así.

Al descartar la rehabilitación, por funcionalidad u otras circunstancias, las condiciones del concurso podrían haber marcado unos perfiles en sintonía con el urbanismo del viejo Berbés. Pero ni los promotores ni los arquitectos tuvieron presente esa homogeneidad.

Se ha incluido la piedra y la madera, pero la modernidad del diseño se distancia del conjunto.

Es cierto que a la hora de amalgamar pasado y presente, suele apostarse por lo que está en boga, que encaja con las tendencias y la moda. La mezcla de piedra y madera contralaminada de la fachada del edificio universitario es una innovación. Recibirá alabanzas de todos los expertos. Traer canteros hoy no queda bien.

El Vigo de piedra, balcones de hierro forjado y adornos artísticos que impresionaba a Otero Pedrayo, cuando escribió la "Guía de Galicia", era maravilloso, pero ya no volverá.

Por fortuna se conserva lo suficiente para percatarse de lo que fue. Basta con posar la vista con detenimiento en los edificios. Porque el urbanismo de piedra de Vigo sigue siendo fantástico, a pesar de lo que se perdió.

Ya no existe el Berbés de los soportales, la playa y las barcas, de los grabados y las fotos de Pacheco.

Aunque para quien quiera consolarse por la pérdida, que lea los artículos de la primera década del pasado siglo, de Pardo Bazán, cuando ya se había entusiasmado con Vigo -antes lo había ignorado-, y veraneaba en el Continental, que tenía por el mejor hotel de Galicia. Escribía que el Berbés era un pestazo, cuyo olor perseguía a los visitantes, que debían buscar las zonas altas de la ciudad para huir de aquellos efluvios nauseabundos, a pescado podrido.

Aquella imagen que caracterizaba a Vigo ha desaparecido o se ha difuminado, ya que resulta irreconocible. El moderno edificio de la Universidad es el toque final. Ha transformado el barrio y, sin duda, le dará impulso.

Ha nacido el nuevo Berbés: el de los universitarios, que sustituye al de pescadores y pescantinas de la Ribera. Porque el cambio más profundo puede ser el sociológico.