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De vuelta y media

Los jardines de Casto Sampedro

El alcalde Hevia dio el nombre del eximio investigador al antiguo Parterre cuando ocupó la alcaldía por segunda vez en 1939

Finalizada la Guerra Civil, en cuanto Remigio Hevia Marinas tomó posesión de la alcaldía por segunda vez en junio de 1939, lo primero que hizo fue anunciar la construcción de unos nuevos jardines "adecuados y vistosos" sobre el antiguo Parterre, junto a la plaza de Ourense, para honrar la memoria de Castro Sampedro Folgar.

Don Remigio no solo se lamentó de que una espesa niebla había ocultado la memoria del insigne erudito, sino que no tuvo reparo alguno en comentar en voz alta que una corporación antecesora ni tan siquiera había dejado constancia en acta de su sentimiento de pesar en 1937 por la muerte de aquel gran hombre "que llenó medio siglo de vida pontevedresa"

Con aquella emotiva propuesta que la Comisión Permanente aprobó por unanimidad, Hevia logró un doble y loable propósito:

Por una parte, enmendó el rechazo que sufrió en 1931 la figura de Sampedro Folgar para bautizar con su nombre aquel ajardinamiento frente a su casa y despacho. La primera corporación republicana acogió con desdén una moción de Víctor Lis y el concejal monárquico optó por retirar su propuesta para evitar un desaire innecesario al eminente historiador.

Y por otra parte, el alcalde terminó la urbanización de la antesala del edificio de Hacienda, anexa a la escalinata de la iglesia de San Francisco; un proyecto que él mismo había empezado durante su primera estancia al frente del Ayuntamiento, tras aprobarse una propuesta formulada por el concejal Sinforiano Melero en 1929.

En definitiva, se trataba de saldar una deuda de gratitud con una figura excepcional como don Casto.

El alcalde Hevia encargó el proyecto de los jardines de Casto Sampedro al arquitecto municipal, Emilio Quiroga, puesto que el primer ornamento floral del Parterre que hizo Emilio Salgado padeció un notable deterioro por el paso del tiempo y un cierto abandono durante la Guerra Civil.

José Pazos Veiga se adjudicó la obra por un importe total de 6.418,05 pesetas, trabajo que realizó a lo largo del segundo semestre de 1939. Al mismo tiempo, el Ayuntamiento invirtió otras 10.000 pesetas en la prolongación de la calle Benito Corbal y la plaza de Ourense hasta el bar Savoy y los Soportales de la Herrería.

A finales del mismo año, la plantación de distintas especies requirió otro gasto suplementario al Ayuntamiento de 3.048 pesetas.

Una relación pública de sanciones tramitadas por infringir las ordenanzas municipales, incluyó en aquellos días la multa de una peseta que la Policía Urbana impuso a Josefa Cores por pisar en los nuevos jardines. El alcalde Hevia se mostró inflexible en su política de embellecimiento y limpieza de esta ciudad, y por ese rasgo tan suyo pasó a la historia.

"El Ayuntamiento de Pontevedra dedica estos jardines a la memoria del eminente arqueólogo gallego Casto Sampedro Folgar. Año de 1940". Así rezaba la leyenda descubierta para recordar tal efeméride ante la presencia de centenares de pontevedreses, incrustada sobre el muro de contención de las escaleras de San Francisco. Afortunadamente, aquella placa todavía se conserva hoy intacta al fondo del recinto, aunque casi siempre amenazada de cubrición por el musgo y la hiedra.

La Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos emitió entonces una felicitación pública al Concello por la construcción de los jardines de Casto Sampedro, quien había estado al frente de dicho organismo.

El Museo Provincial también tributó el homenaje que debía a su primer director y antes fundador del Museo Arqueológico, al cumplirse el tercer aniversario de su triste fallecimiento; una exaltación comprometida por su patronato rector desde la sesión necrológica que dedicó a don Casto en 1937. Las primeras autoridades, civiles y militares, compartieron aquel emotivo acto de justicia con los patronos de la institución promotora y las hijas del finado.

El altar mayor de Santa María acogió una misa por el eterno descanso de don Casto, que ofició el cura párroco, Jesús Mansilla. A continuación, todos los asistentes se trasladaron a pie hasta las Ruinas de Santo Domingo, sede oficial del Museo Arqueológico, en donde se desarrolló el acto central.

Elisa Sampedro, la hija mayor de don Casto, descorrió el tapiz que cubría una lápida de granito en su memoria, pegada sobre la pared colindante del Instituto Nacional de Enseñanza Media: "A Casto Sampedro, que estudió la música, los linajes, los gremios, los monumentos y los caminos de Pontevedra"

Esta acertada inscripción salió de la pluma del pontevedrés más eminente de aquel tiempo, Francisco Javier Sánchez Cantón, subdirector del Museo del Prado y académico de Bellas Artes.

Por el Museo Provincial intervino José F. Filgueira Valverde, su sucesor en la dirección, quien recordó la ingente labor de Casto Sampedro, y anunció la reunión de toda su obra en una sala de la institución, así como la inmediata preparación de sus trabajos inéditos para su posterior publicación.

Finalmente cerró el acto Justo Hermida, en representación del gobernador civil, quien subrayó la justicia de aquel homenaje a un hombre excepcional por parte del pueblo de Pontevedra, cuya historia tanto contribuyó a reconstruir por medio de documentos originales.

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