Como era de esperar, lo que no se arregla en tres meses (los transcurridos desde las últimas elecciones) no puede corregirse en tres días (como se ha visto en las chapuceras negociaciones entre los partidos de izquierda para formar gobierno) y la sesión que debía investir como presidente al socialista Pedro Sánchez quedó en intento fallido, tras no obtener mayoría en dos votaciones.

Se abre ahora un período de dos meses en el que se podría volver a intentar la investidura, si cambiasen las circunstancias (¿vértigo de Podemos ante la repetición y aparición de una formación rival a su izquierda, liderada por Íñigo Errejón? ¿súbita responsabilidad del ciudadano Albert Rivera, inútilmente solicitada por Pedro Sánchez?). En caso contrario, nos encaminaríamos a una repetición electoral, el próximo 10 de noviembre.

¿Y qué es lo que quiere el candidato fallido, Pedro Sánchez? Inicialmente, parece que su intención es ser elegido con abstenciones (ya que "no hay candidato alternativo", como no se ha cansado de repetir), de manera que pueda experimentar una geometría variable de pactos, sin quedar ligado a ningún partido.

Pero ocurre que los sondeos publicados durante los últimos 90 días no han parado de sonreírle (con porcentajes de voto superiores al 30%, en la mayoría de los casos), por lo que la tentación de la repetición es muy grande (de ahí el poco entusiasmo mostrado en las negociaciones con el líder de Podemos, Pablo Iglesias).

No obstante, Sánchez deberá tener en cuenta dos factores. Desde hace unos días, esas encuestas que le sonríen también le señalan como principal responsable de una hipotética repetición electoral; por otra parte, los adelantos para mejorar posiciones no siempre terminan bien. Si no, que le pregunte a Artur Mas (en 2012) o a Theresa May (en 2017) y verá qué le cuentan.