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Santiago Lago Peñas.

Los políticos y su Curriculum Vitae

Estos días se está hablando mucho sobre la cualificación de los políticos. Y percibo confusión. Vayamos por partes.

Ser un excelente político no es fácil. Idealmente, requiere una combinación de capacidad de comunicación, don de gentes, presencia y capacidad de puesta en escena, una buena agenda de relaciones en medios de comunicación, sociedad civil y tejido empresarial, amplia y exitosa experiencia personal y profesional, formación suficiente para entender y utilizar informes sofisticados sobre temas dispares, habilidad para negociar y encontrar equilibrios? Así escrito, la tarea parece hercúlea: Obama y cuatro más.

La realidad es más algo diferente. Primero, porque resulta posible ser flojo en una cosa, pero tener la capacidad de compensarla en otra. Igual que se puede ser jugador de baloncesto en la NBA midiendo menos que el español medio, se puede ser un muy buen político sin haber ido a la universidad, o sin tener experiencia laboral previa. Está claro que es más difícil y que necesitas compensar con otras cosas que hagas excepcionalmente bien, pero no es imposible. Al contrario, un magnífico académico o un exitoso director general de empresas puede revelarse como un pésimo político. Por eso, es preciso valorar la persona y sus cualidades en global.

Segundo, hay cargos y cargos. No es lo mismo ser concejal de un Municipio de 3.000 habitantes que diputado en el Congreso de los Diputados, Ministro o Presidente de la Xunta. En principio, lo ejecutivo es más difícil que lo legislativo; aunque de nuevo hay que matizar que ser un buen portavoz parlamentario puede ser más difícil y exigente que ser un ministro con una cartera menor. Por consiguiente, no solo hay que valorar las cualidades de las personas en su conjunto, hay que pensar en su encaje con el cargo: se puede ser un buen parlamentario y un mal conselleiro; y viceversa.

Tercero y último, los partidos políticos no persiguen la máxima excelencia en todos sus integrantes. Es como un ejército, con soldados, capitanes y generales. El problema surge cuando un soldado es ascendido a capitán o general no por su capacidad y adecuación al cargo, sino por su lealtad, para cumplir con una cuota u otra, e incluso a veces para que no hagan sombra al líder.

En definitiva, no nos obsesionemos con el currículum académico de nuestros políticos para decidir si valen o no. Pensemos si, en su conjunto, cuentan con las competencias precisas para desarrollar su puesto o no.

*Director de GEN (Universidad de Vigo)

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