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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La orfandad

Demostrado ya con el recuento que al aún posible pacto á sinistra para eliminar la interinidad del señor Sánchez le falta más de un hervor, habrá que esperar a ver si en horas veinticuatro -el plazo expira mañana- don Pedro y don Pablo pasan de las musas a algo más que el teatro. En lo primero llevan meses y a lo segundo dedicaron la sesión de investidura que se cerrará este jueves y que ayer los dejó enfurruñados.Y con la rara sensación entre el público de que en situaciones como la que se vive hay que meditar despacito qué es mejor, si un mal acuerdo o un buen pleito. Entendiendo por tal la repetición de elecciones, claro.

Nadie admite que las quiere y es casi unánime la afirmación de que una vuelta a las urnas sería muy mala para estos Reinos, que llevan más de un año con gobierno interino. Pero suena raro que se subordine el mejor de los métodos democráticos -que es el de que los ciudadanos decidan con sus votos- a otro, indirecto, que delega en unos cuantos políticos reunidos fuera de foco. Cierto que el retraso implicaría riesgos graves, pero quizá menos que una solución temporal y apresurada que, visto lo del último día y medio, parece tan fiable como una escopeta de feria.

Todo lo que queda expuesto, desde la opinión personal, es un balance provisional de lo que hasta ahora ha transcurrido acerca de la investidura. Pero hay algo que ya casi nadie discute; que Galicia, como país, sale como entró de este debate: sin peso de ningún tipo. O tan liviano que, como escribió Juan Ramón Jiménez de "Platero", diríase de algodón, como si no tuviera huesos. Y, aparte ya la prosa poética, con algo peor: sin alguien que, en el Congreso, hablase de y por ella. Ha pasado otras veces, pero quizá nunca se había notado tanto esa orfandad.

No se trata, a pesar de que hay quien cree lo contrario, de una cuestión de nacionalismo o desinterés de los gallegos y gallegas que allí ocupan escaño. Es, en opinión de quien escribe, más grave todavía; es la consecuencia de la falta absoluta de influencia por parte de sus estructuras gallegas en las direcciones de los partidos políticos. Ha pasado casi siempre en el bipartidismo y es evidente ahora que, según dicen, son más los que cuentan. Pero pasa como en la fábula: que al panal de la rica miel del poder acuden demasiadas moscas, y las más pequeñas, solo logran aire.

Así las cosas apenas queda margen, al menos desde la óptica del Noroeste peninsular, para realizar un balance de lo visto y oído. Ni en el discurso del candidato ni en las réplicas de los portavoces se mencionaron asuntos de estratégica importancia para este cuadrante: por recordar uno, reciente, el del Corredor Atlántico de mercancías. Hubo, sí, una fugaz reseña de la señora diputada Díaz, que muy pocos aquí saben a quién representa de verdad -aunque no se discuta, por supuesto, su condición de electa- por los vaivenes internos de su organización. Y por eso ni siquiera su resumen puede hacerse de forma que no sea provisional. Y no es pesimismo: es realidad pura y dura.

¿No?

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