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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La España de Carmen y Antonio

Aunque España parezca a menudo un país más dado a la épica que a la lírica, hay días como el de esta fiesta del Carmen que impugnan esa opinión. Carmen, el nombre más abundante entre las españolas, significa "canción" y "poema" en su latín original; pero también "jardín" en el hebreo "karmel" del que deriva el Monte Carmelo de las apariciones de la Virgen. Más lirismo, imposible.

Lo normal sería que triunfase, un suponer, el nombre de Agustina en homenaje a la heroína de Aragón, como sin duda habría de corresponder a un país amante de las grandes gestas y de la epopeya en general. Pero basta un vistazo a las estadísticas del INE para comprobar que María del Carmen -hoy en desuso en los bautizos- sigue siendo el nombre de pila con mayor número de usuarias.

Tampoco entre los hombres priman los Pelayo o los Cristóbal para homenajear, por ejemplo, a Colón. El más numerable y numeroso en España es el de Antonio, que corresponde a un santo ecologista y amigo de San Francisco de Asís al que se atribuye el don de predicar a los peces con gran elocuencia. O el de José, si se tienen en cuenta los nombres compuestos como los José Antonio o José Manuel.

En esto se conoce, además, que España es un país más homogéneo de lo que pudiera parecer por la tendencia de todos los reinos autónomos, municipios y provincias a distinguirse de los de al lado. Paradójicamente, lo que iguala a los españoles es el común afán de diferenciarse de sus vecinos.

Aun así, Antonio es el nombre más frecuente en buena parte de las provincias -incluida Barcelona-, si bien Manuel le disputa esa primacía en otras y Jordi, como parece lógico, triunfa en Girona y Lleida, al igual que Mikel en Guipúzcoa. La excepción más notable la ofrecen, si acaso, Ceuta y Melilla, donde el nombre más habitual es el de Mohamed.

En el caso de las mujeres, la homogeneidad es casi absoluta. Las Maricármenes y Marías encabezan todos los rankings provinciales con las solas excepciones de Huesca, donde gana María del Pilar, y Melilla, tierra de Fátimas.

Con los apellidos, de mucha menor variabilidad que los nombres propios, ocurre más o menos lo mismo. García gana por goleada en el cómputo general: y solo en algunas provincias comparte liderato con los Rodríguez, Martínez, Sánchez, Fernández y Pérez.

Incluso en los reinos autónomos diferenciados por el idioma propio resulta difícil encontrar un apellido autóctono en el top ten de los más frecuentes. Bien es verdad que el patronímico García tiene origen vasco y desde allí se extendió a todo el mundo; lo que acaso explique su absoluta prevalencia en las tres provincias de Euskadi.

La preferencia por los nombres ha variado grandemente en el último cuarto de siglo con la irrupción de los Hugo, los Iker, los Iván, las Carla, las Lucía y las Noa; pero la caída de la natalidad hace que sigan constituyendo una minoría dentro de la onomástica del país. Más uniforme de lo que pudieran sugerir las apariencias, la de hoy -como la de hace medio siglo- es aún la España de Maricarmen y Antonio, o, según se haga el cómputo, la de José y María.

No es mala noticia, en el día del Carmen, que el nombre más repetido aquí sea uno que trae etimologías de canciones, poemas y jardines. Un rasgo lírico inesperado en tierras del abrupto Cid Campeador.

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