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José María de Loma.

Patada a un calvo

Ser ministro en España siempre ha estado bien visto, sobre todo por las familias de los que son ministros. La gente es que ve a un ministro y es muy de decir, anda, ahí va el ministro. Y lo dicen con admiración. Y lo miran bien. Como quien revisa el paño de un traje nuevo. Yo una vez tuve a un ministro a mi lado y me pareció como de cera. Luego cuando dejan de ser ministros y la prensa los llama exministros van perdiendo la cera y se les pone cara como de alguien muy vivido y experimentado que está a punto de empezar a contarlo pero que no puede por tener una indigestión.

Hay familias en las que nace un niño y el médico, sosteniéndolo en brazos le dice a la madre, enhorabuena, señora, ha tenido usted un ministro. Pero hay familias en las que nunca ha habido ministros y se tienen que conformar con un arquitecto o un profesor de educación física en un Instituto. Modernamente, con las autonomías, también está muy bien ser consejero, tienen coche oficial y buen sueldo e igualmente hay agentes del orden que se cuadran a su paso y disponen de grandes despachos y un buen presupuesto que manejar. Son ministros, ministros regionales. Se les llama consejeros para no confundir, imagino, aunque un consejero de una autonomía grande sea más que un ministro.

--Oiga no, de ninguna manera, un ministro siempre es un ministro

Los ministros hoy en día pueden ser, y está muy bien, modernos, atléticos, etc. pero antes eran como gordotes e impostados, hombretones todos. Y eran ministro de Gobernación o Marina. Ahora son de Innovación Tecnológica o cosas de esas. Los clásicos son los de Interior, Exteriores y Fomento, dado que hay competencias como Cultura, Deporte, Industria, Comercio, etc. que van bailando de aquí allá. A mí me gustaba mucho lo de ministro plenipotenciario. Que suena como a Bismarck pegándole una patada a un calvo. También lo de primer ministro, que en España no se usa.

Aspirar a viceministro tampoco está mal. La palabra viceministro se usa poco. Yo creo que los ministros, por celos, al segundo de a bordo lo llaman subsecretario para zaherirle y hacerle de menos y que no tenga la palabra ministro en su tarjeta de visita. Ni siquiera le llaman secretario, le anteponen el prefijo sub, que es para inferiorizar.

Antes se llegaba a un ministerio tras una solvente carrera profesional o política. Ahora puede llegarse siendo un majarón que ha salido mucho en la tele. Y ahí el defecto lo vemos más en que pueda ser un frivolón que en el hecho de que sea un majarón, dado que majaras nos han gobernado siempre y a veces incluso no lo han hecho mal. Sensu contrario, hemos tenido auténticos cerebros privilegiados que nos han llevado a la ruina. Es más útil en ocasiones la audacia que la formación. Esta frase podría ser un aforismo o una máxima. O una píldora de pensamiento digna de alguien que podría llegar a ministro. Ministro sin cartera, tal vez, otro título adorable, algo así como ministro sin nada que hacer, o sea, el sueño máximo. Tampoco es rango menor ser ministrable. Oye, ¿te has enterado de que Antoñito es ministrable?

Un ministrable está en un buen restaurante apurando las alcachofas con jamón de entrante y mirando mucho el móvil por si llama el presidente o un periodista informado, lo cual a veces (periodista informado) acaba siendo una contradicción en los términos, por desgracia.

Si eres ministrable una vez y se entera todo el mundo ya has triunfado en la vida. Estuvo a punto de ser ministro, dirán a tu paso. Si eres ministrable varias veces serás un fracasado: mira, no ha conseguido ni ser ministro.

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