¿Por qué la política puede resultar tan pesada? Nunca he sido amante de ella, y lo digo sin remordimientos, me parece un aburrimiento de tres pares de narices. Hay personas que son invitación de abandono desde antes de estar con ellas. No, no me resigno a perder el tiempo con personas que solo hablan de política; la verdad no tiene mucho mérito, con leer un par de periódicos ya tienen asegurada la brasa.

Es triste ver que muchas personas creen que son tono abrasante de erudición y en realidad no pasan de leña verde. Todo aquello que es estímulo de furia no es bueno. Muchos días veo a personas con la boca espumeante "lamentándose" de lo que asoma por el papel de cualquier periódico. No, no hacen el sacrificio útil de leer, prefieren cerrar los ojos y abrir la boca. Es más cómodo renegar que pensar...

Todo aquello que reduce nuestro juicio, y, además, añade complicaciones, es una mala influencia. La soltura de la mente se logra pensando por libre; la mayoría de las veces lo colectivo tiende a desvirtuar nuestra esencia personal, ya saben, todo aquello movido por el ambiente siempre favorece a unos y a otros.

No me gusta la política, es una realidad teórica de doble sentido: por un lado está el entusiasmo y por el otro, la pena. Sí, me aburre mucho, entiendo que hablar de ella sea un entretenimiento colectivo, pero a mí me resulta un coñazo. Además, las relaciones con las personas obsesionadas con la política no suelen ser muy cordiales; ya saben que los fanatismos son rechazo sistemático de todo aquello que no consideran su idea.

Hay otra forma de ver la vida, posiblemente más depurada y menos superficial. De los pintores aprendí que, a veces, el realismo visual es solo una ilusión óptica. La evidencia, muchas veces, es la oportunidad del momento, todos sabemos que lo que cansa (a la larga) es testimonio de remplazo.

Prefiero pasear por el "Jardín de Bellevue" y saludar a Manet que sentarme en una cafetería y aguantar absurdas conversaciones de política.

Cuestión de prioridades...