El verano ya llegó. En las playas empiezan a izarse las banderas azules. Comienzan a llover contratos en la hostelería. Hay una especie de euforia en O Salnés empujada por el relativo buen tiempo. Hasta se dejan ver las primeras caras conocidas del mundo del corazón, de la política, de la economía.
Son los meses dorados para algunos sectores que saben que en dos o tres meses cierran la contabilidad para el año entero. Baste ver las prohibitivas, por no decir pecaminosas, rentas que algunos tienen que pagar por quince días en un apartamento a pie de playa.
¿Es esto bueno?,¿es la dirección correcta? o por el contrario ¿es un modelo agotado que en absoluto coadyuva, contribuye al necesario impulso de la economía de la comarca?
Cierto que el denostable dicho ¡que me quede como estoy! alimenta tal desidia pues en los últimos veinte años, por no decir cuarenta, apenas se ha avanzado en el sector turístico de la comarca. Continúan las mismas presentaciones, los mismo servicios, los mismos hoteles..., lo mismo todo.
La oferta no ha cambiado porque la simple inercia conduce a buenos resultados. Pero como diría un buen matemático, la fuerza de la gravedad es siempre la misma y para que un objeto alcance velocidad habrá que darle un empujoncito, pues lo importante no es llegar, sino estar entre los primeros puestos.
Y para ello habrá que repensar las infraestructuras, la capacidad de alojamiento hotelero, las propuestas de restauración, la mejora de las comunicaciones, los servicios que se prestan. Un tratado haría falta para desglosar cada concepto.
Lo que está claro es que O Salnés debe buscar mayor implicación tanto para aumentar el número de turistas en verano como para captarlos en otoño o invierno.
No basta solo con la poesía que regala la Madre Naturaleza, el rico patrimonio histórico-artístico, las buenas viandas o la hospitalidad del paisano.
Para que crezcan los ingresos turísticos es necesario avanzar y eso obliga a pensar en nuevas ofertas.
