Los economistas Banerjee y Duflo del Instituto Tecnológico Massachussets(MIT) han hecho un estudio profundo sobre el hambre en el mundo.

Es fácil abatirse ante la magnitud del problema, sin embargo es posible conseguir avances mediante muy significativos pequeños pasos que hacen aminorar el problema.

Una de las preguntas que debemos hacernos es si el pobre cae enfermo porque es pobre o es pobre porque está enfermo.

En el mundo hay mil millones de personas que pasan hambre y en occidente tiramos todos los días millones de toneladas de comida a la basura. El trece por ciento de la población mundial no puede acceder a fuentes de agua de cierta calidad, y un cuarenta y dos por ciento de la población mundial vive en una casa sin baño.

De los nueve millones de niños que mueren anualmente sin haber cumplido los cinco años de edad son niños pobres del sudeste asiático y del África subsahariana y aproximadamente uno de cada cinco muere de diarrea, algo que con una solución de rehidratación se solucionaría, con unas tomas (agua, sal y azúcar) que es prácticamente gratuita.

Aparte del problema del hambre estos economistas llegan a la conclusión: que tienen los mismos sentimientos que nosotros, con sus hijos, su mujer, en una palabra: su familia.

Los problemas de esta gente son múltiples: la salud, la educación y la falta de trabajo.

En los últimos años los recursos recibidos de los países ricos han servido para que el ochenta por ciento de los niños aprendan a leer y escribir, esto es un motivo de gran esperanza.

Pero lo importante es dar trabajo a esta gente, y de ahí la necesidad de que las oenegés del mundo rico mandemos jóvenes con vocación empresarial y los jubilados empresarios que han dejado sus empresas, para dar paso a las nuevas generaciones, den otro paso y vivan la aventura de ir a estos países y que vuelquen su experiencia y creen empresas para dar trabajo.

Llega el verano y las vacaciones son un tiempo propicio para la reflexión. Los pobres no solo son estos de afuera de nuestras fronteras, los pobres podemos ser nosotros cuando no amamos con pasión a nuestro cónyuge.

Pobres podemos ser nosotros cuando somos débiles con nuestros hijos haciendo de ellos unos pequeños emperadores o tiranos que serán incapaces de ser generosos y disciplinados, fundamental para ese mundo competitivo que les espera. Pobre podemos ser cuando vivimos en una pandilla en la que nos sentimos cómodos y negamos su entrada a alguien que lo necesita.

El verano aparte de descansar, que es necesario para recuperar fuerzas, es propicio para en nuestra intimidad verse por dentro, y no tener miedo a reconocer nuestros fallos y deficiencias. Es un buen momento para crecer por dentro y hacer felices a los nuestros y poder el día que Dios quiera, que sea lo más tarde posible, llegar con las manos llenas para completar la redención.

*Miembro del Club 55