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Los tercios del mar

En los siglos XVI y XVII España fue una potencia hegemónica, lo que le llevó a hacer un esfuerzo extraordinario para mantener sus posesiones e intereses.

La necesidad de dominar el mar estuvo en el origen de una política naval que condujo a disponer de un creciente número de soldados en tierra o en el mar. Se trataba de defender y salvaguardar los caminos marítimos y los territorios de los distintos reinos y posesiones integrados en la Monarquía Hispánica, lo que exigía una potente cobertura marítima.

En este contexto protector, los tercios subieron a bordo como núcleo de intervención rápida. En el Atlántico, Mediterráneo o en el Pacífico, los soldados españoles embarcaron para luchar contra el enemigo, lo que exigió un significativo número de barcos de guerra, acondicionados para el enfrentamiento en el mar.

Este es el núcleo esencial de "Los tercios del mar", un trabajo de investigación llevado a cabo por la catedrática de la Complutense Magdalena Pi Corrales, que tiene la virtud de desvelar, junto a hechos históricos, una sociología desconocida que contiende con la paradoja de los oropeles del imperio español.

Sobre el personal embarcado en las armadas, la tipología variada iba desde los "mandos" (capitán, maestre, piloto?) a la "chusma" (gente de remo), pasando por la "gente de cabo" (soldados, aventureros, marineros y artilleros).

En este conglomerado de personas, religiones y razas, se encontraban ladrones, blasfemos, desertores, vagamundos, malhechores y esclavos (los galeotes), amontonados y encadenados a su banco, de manera que la convivencia a bordo era muy compleja, debido a la promiscuidad, desigual experiencia a bordo, destreza en el uso de las armas o nula instrucción.

En el libro en el que ha desembocado su investigación, la doctora Pi Corrales desmenuza "las estrechas condiciones materiales de espacio, la falta de higiene, la escasa alimentación, el tedio de las largas esperas en el mar, la difícil relación entre soldados y marineros, el temor al naufragio o la lenta muerte". Así como el hacinamiento, el hedor a bordo, los 'inquilinos' (piojos, cucarachas, ratas y otros roedores que deambulaban a placer por las embarcaciones).

La sociología palpitante en los largos días a bordo, ya que disponían de mucho tiempo libre antes de entrar en combate, también es objeto de relato detallado, como letra pequeña de la vida en el mar: "La convivencia entre los embarcados era compleja y había que consumir el tiempo, evitar el aburrimiento, jugando a los naipes, al ajedrez, a las carreras de animales, a los dados, a la taba... o a los juegos de azar, teóricamente prohibidos. Asimismo, pescaban, nadaban, representaban obras de teatro, participaban en ceremonias religiosas, leían libros piadosos y novelas de caballería, quienes sabían hacerlo. Igualmente, recibían instrucción para las funciones que debían desempeñar en combate: el adiestramiento, la disciplina y el orden que debían guardar".

Llegados a este punto, el lector no puede evitar la vuelta a recordar la bambolla española de la Monarquía Hispánica, con sus aliados y enemigos, tan lustrosa y a la vez tan deficitaria, como pone de manifiesto la profesora de Historia, cuando se refiere a la vida de los embarcados, tan poco cordial, tan tediosa y al mismo tiempo, tan propensa a las enfermedades, derivadas de la escasez de casi todo.

El libro se detiene en detallar, además de la precaria alimentación, "el mareo, las fiebres, disentería, peste, a las que acompañaban la malnutrición, la infección de heridas y la falta de remedios sanitarios". A lo que añadir, la ausencia de anestesia en los casos de amputación o cauterización de heridas, con metal caliente o aceite hirviendo.

Como especialista en historia militar, la autora de "Los tercios del mar" se ocupa de narrar la batalla, las ofensivas navales, con todas sus circunstancias, el ensordecedor ruido, el desconcierto, la alarma, la sangre, la confusión?el alto porcentaje de muertos, heridos y enfermos.

Y como un continuo ritornello, la ignorancia médica para combatir las lesiones, con los recursos quirúrgicos de los que se disponía entonces.

Las fuerzas marítimas de la Corona, con sus inquietudes y propuestas, los diferentes programas de construcción naval, las ordenanzas, cómo se fueron formando las agrupaciones navales, dónde y cuáles fueron sus funciones, así como los prototipos náuticos que se empleaban, son objeto de tratamiento detallado en el libro, para desembocar en el nacimiento de los tercios, "su origen, leyenda y realidad, los efectivos, la estructura orgánica, las razones y el proceso de alistamiento, su diario vivir en los campamentos y guarniciones, la instrucción y disciplina que asumían al entrar en el ejército".

La doctora Pi Corrales ha hecho un ingente acopio documental (cédulas, órdenes, bandos, ordenanzas, sumarios, documentos relativos a la disciplina, la indumentaria, los bastimentos, la pena de galeras, el gobierno de las mismas, tripulaciones mediterráneas, instrucciones de gobierno) y gracias a ello ha sido posible reconstruir con detalle la vida a bordo, lo que completa las fuentes literarias que relatan el pasar de los días en esas embarcaciones, en especial los sufrimientos de la chusma, de los que han dejado traza escrita, entre otros, Cervantes, Quevedo y Lope de Vega.

El resultado de este esfuerzo es muy visible, de manera que la lectura de "Los tercios del mar" se convierte en un ejercicio que reúne los ingredientes para comprender aspectos desconocidos de la historia de nuestro país.

La autora, en ejercicio empíreo, ha descendido a las entrañas de un tiempo lejano, fundando una obra que se lee con facilidad y resulta un esfuerzo mirífico que ayuda a entender mejor la conformación de nuestras identidades, en definitiva, lo que hoy resulta ser la aventura de ser español.

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