La industria del fútbol se ha ido expandiendo hasta ocuparlo todo. Mucha gente hace vida en el fútbol, un remedo bastante inocente de la guerra entre pueblos, que hace de válvula de escape de la belicosidad de una especie depredadora que ya no tiene quien la deprede: uniformes, banderas, ataque, defensa, retaguardia, disparos, artilleros, perforación de la puerta. Bien está, pero el tiempo para el entretenimiento viene dado (no hay bastante para todo), y la primera pregunta sería qué otra diversión desaloja. ¿El cine?, ¿el teatro?, ¿la lectura?, ¿las series? En el sistema-fútbol el dinero lo pone la publicidad (TV, patrocinios), mucho más que el público. Pero la masa de dinero publicitario también viene dada, y la segunda pregunta sería qué otros destinos de ese flujo agota, hasta dejarlos yermos. Así que bien por el fútbol, pero vayamos pensando en los daños colaterales del exceso.