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Luis M. Alonso.

La timba del poder

Los pactos locales complican la investidura de Pedro Sánchez. Se lee aquí y allá. En realidad, no se lee otra cosa. Pero la investidura está complicada desde el momento en que se contaron los votos del 28-A y las urnas arrojaron, como en las anteriores ocasiones, la incertidumbre del atasco que llevó al país a estar varios meses sin gobierno en 2016, aunque los españoles no se resintieron por ello. El presidente en funciones encuentra ahora en Albert Rivera la cerrazón que lo llevó a él mismo a dimitir para no tener que abstenerse y dejar paso a Rajoy. Se llama "no es no" y fue Sánchez quien lo elevó a la categoría de aforismo. Rivera no quiere mezclarse en el fango de la cleptocracia territorial nacionalista y por ese mismo motivo puede facilitar que Pedro Sánchez no tenga más remedio, el pobre, que refugiarse en ella y en la izquierda populista mendicante para ser investido en precario. De momento juega con esa baza, con la presión europea y con una nueva convocatoria electoral, para doblegar la voluntad de Ciudadanos. El propio líder del PSOE se ha cerrado en banda para no ceder de buenas a primeras la participación en el Gobierno que reclama Iglesias, que cada vez tiene menos que ofrecer. Prefiere hablar de "cooperación". Esto nadie sabe interpretarlo, excepto el propio marqués de Galapagar, que quiere entender que se trata de lo mismo: ministerios para huir del hambre. Prosigue la timba con los nacionalistas dispuestos a vender caros sus apoyos, y Rivera se halla en plena centrifugación para poder seguir aspirando a liderar algún día eso que llaman el centroderecha. Y, mientras tanto, la vida inestable continúa.

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