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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los solidarios

A costa de que salga algún incrédulo de cuna o un escéptico profesional -que casi equivale a decir un político de oposición-, cabe aplicar el adjetivo "razonable" al pacto de Estado por la salud que reclama el señor presidente Feijóo. Cuya Xunta ha hecho, en opinión de quien esto escribe, sus deberes de la mejor manera posible, pero a la que la propia definición de la sanidad vigente impide ir más allá. Porque algo "público, universal y gratuito", como ha de ser ese servicio, sencillamente no puede mantenerse no ya sin un acuerdo como el que plantea don Alberto, sino con las huelgas de los protestantes habituales.

A partir de esa reflexión inicial, que desde luego es del todo susceptible de disconformidad, tendría que asentarse ese tan urgente como improbable acuerdo. Lo primero no es discutible, y lo segundo tampoco, por desgracia, a causa de que hay en este antiguo Reino muchos aparentes "responsables" de la res pública que son incapaces de lograr lo que se precisa en tiempos de cualquier dificultad: hacer de la necesidad virtud y además asumir la responsabilidad de lo que resulte ineludible incluso a costa de su coste en términos políticos y electorales.

Hay una razón para que se reclame la responsabilidad de los gobernantes -y los opositores- a la hora de hacer viable económicamente un servicio que sin duda ha de ser público, más allá de que coexistan centros privados. Esa razón es la de que, tópicos y quimeras aparte, la sanidad, como la jubilación, exigen más financiación a medida que crece el número de personas que se acogen a ellas. Por derecho, ya que han contribuido toda su vida, pero también porque, de no ampliarse las fuentes de financiación, el estado de bienestar se acabaría.

En este trance es, por supuesto, mucho más fácil acudir a la calle para expresar disgusto y protestar por cuanto hay de manifiestamente mejorable en lo sanitario sin que se obtenga respuesta. Pero no basta con la cantata de "más medios", porque no caen del cielo, y ni siquiera alcanza con una deseable gestión eficaz. La sanidad pública sólo seguirá siéndolo, además de universal y "gratuita" si se articulan medidas para viabilizarla con recursos financieros. Y una mayor presión fiscal es casi imposible porque, aparte demagogias sobre ricos y pobres, aquí queda poco que rascar en los platos, y lo que queda, en términos globales, no llega ni para aspirinas. No hay tantos ricos.

Por eso precisamente es tan oportuna la iniciativa del presidente Feijóo. E incluso su apelación a la solidaridad con Galicia: porque sabe, como gobernante que es, que lo solidario, además de compartir la escasez, significa también ayudar a que desaparezca. Y eso será posible -y gradual- a medida que la sociedad misma sea la que respalde las ideas positivas como la de don Alberto, dejando a un lado las patéticas reservas e interpretaciones de aquellos para los que solo sirve lo que ellos mismos proponen, con el dato negativo adyacente de que casi nunca proponen algo. Va a ser una tarea difícil, que tocará el bolsillo de los contribuyentes y que, por lo tanto, requiere a todo un pueblo detrás. Pero si se quiere, se puede.

¿O no??

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