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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Sorpresas y torpezas

La verdad es que, vivido como lo han hecho -con paciencia infinita y una capacidad de aguante aún mayor si cabe- los habitantes de estos Reinos todo lo ocurrido antes, durante y después de tan largo periodo electoral como el que acaba de rematar, apenas debería hablarse de sorpresas. Y sin embargo no sólo las hubo y las hay, sino que algunas proceden, además de contradicciones, de algún desatino para justificar lo injustificable. Eso es lo malo: lo peor, que, en varios casos, esas sorpresas pueden repercutir en los asuntos generales e incluso, algunos más, perjudicar a quienes no deberían. Que son muchos.

Las sorpresas de que se habla no se refieren, por supuesto, a las que así definen algunos observadores, que atañen al mundo de la política y que por eso no deberían calificarse así. Quien opina lo que precede, y que lo hace a título personal como siempre, estima que es hora de citar otros ejemplos. Sin ir más lejos, el de lo ocurrido en la selectividad gallega que este periódico ha narrado y que coincide con la polvareda levantada por las diferencias en exámenes y fechas que el ministerio entiende como algo normal y los rectores gallegos y la Xunta creen perjudicial.

Es cierto que lo sucedido aquí parece un error -grave, pero humano- y por eso resultaría injusto atribuirlo a la polémica citada. Pero la resucita, en el supuesto de que estuviese "muerta", aunque sólo fuera por el asunto y los importantes daños directos y colaterales que produjo a la comunidad escolar. Y que, junto a iniciativas del PP y Cs y las firmas de casi 200.000 estudiantes, actualizan unas declaraciones de la ministra Celaá, para quien hablar de desigualdad es algo "normal puesto que deviene de la naturaleza humana". Confunde, esa señora, las témporas con una delicada parte de la anatomía al mezclar la inteligencia con la dureza o facilidad de los exámenes.

Y, hablando pues de sorpresas -suponiendo que lo sea- conviene añadir otra de un aspirante a senador por En Marea, que se autocalifica de "rupturista", pero predica la conveniencia de un acuerdo para ocupar plaza en una de las instituciones más inútiles del sistema y con la que casi todo el mundo entendería que quiera "romper". Pero como está visto que "primum vivere, deinde filosofare", habrán sus colegas de complacer al ya exedil coruñés. Que justificará la aparente contradicción apelando a la "importancia política que para Galicia tiene el cargo". O así.

Dicho todo ello, y como el espacio para citarlas se agota mucho antes que el catálogo de sorpresas y torpezas, ha de cerrarse el muestrario con algo que parece más bien anécdota. El Tribunal Superior de Galicia ha fallado que el precio de una vivienda, negociado entre las partes y rebajado sustancialmente, mantenga su fiscalidad aplicable según el valor del mercado. El TSXG resuelve, por supuesto, de acuerdo a la normativa vigente, pero la anécdota consiste, en opinión de quien escribe, en que es la norma, y no el fallo judicial, el origen de lo que supone una contradicción, al menos aparente, entre un principio básico del sistema de libre mercado: que los precios se fijan en base a la oferta y la demanda. Puede que esta interpretación suponga atrapar moscas por el rabo, pero lo que la motiva es otra sorpresa.

¿No...?

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