A algunos de mis venerables lectores no les salen las cuentas de tantas comidas mías y hay entre ellos quienes se preguntan si tengo el don de la ubicuidad, que solo tiene nuestro alcalde Caballero, o sobre el estado de mis órganos digestivos. No se preocupen los amigos porque no estoy en todo lo que digo y, cuando estoy, como poco y bebo solo en esencia. Lo pueden atestiguar mis últimos compañeros de la mesa a la que me llevó Manolo Míllara hace unos días, que fue en el restaurante de El Corte Inglés. Comí con Manuel Rodríguez Martínez y Jorge Pérez Costas, empresario el primero y gerente el segundo de esos Cash Converter con cuya vida diaria yo podría escribir una novela. A Jorge Pérez yo le había visto brillando como promotor en el mundo de la pizzería y a Manuel en su competencia, antes de que fuera captado por el primero para esta misión de los Cash Converter que ya tienen en Urzaiz y Florida en Vigo, en Santiago, uno que abrirán el día de San Juan en A Coruña y otras en Oviedo y Gijón. Picoteamos con vino Matarromera un suspiro de jamón ibérico para hacer boca y luego ellos un arroz socarrat con habitantes de origen marino y yo unos medallones de rape. Todo excelente (felicidades, cocina), aunque lo mejor, la compañía

De culinaria agitación

Esta semana anterior fue de mucha agitación culinaria, tal que hube de dejar Vigo como en estampida para descansar de tantos placeres de en lugar alejado del mundo, el demonio y la carne. Placeres como el que tuve con los aguerridos abogados de Auren Juan Arnaiz y Javier Pascual, con los que compartí empanada de choco y coruxo a la plancha pero sobre todo palabras en Casa Ríos, en Moaña, muy cerca de la mesa en la que estaban mis queridos Juan Blanco y Maruchi Lora. O el placer de vivir en el Baraciña una sesión especial con Jaime "Capitán" en la cocina bordando una empanada de cocochas (de mero) antes de otras cocochas (de merluza) por libre, independentistas, traídas de lo mejor de Pereira, unas sardinas allí llevadas bajo palio por Tino Pires rescatadas de sus Viveros de Vigo y una fabada que resultó espectacular comprada por Ana "la Baraciña" en González. Que se lo pregunten a Marcial Varela, a Luz, a la jurisprudente Marisol, a Carlos Pérez... Muy cerca estaban ocupando otra mesa la pandilla de los jesuitas, que son vigueses de pro unidos por su historia en las aulas jesuíticas, entre ellos Alberto Cominges, Antonio Táboas y otros veteranos de buena factura mitocondrial.

Contigo en Bahía Poniente

Precisamente viniendo de esta comida, ahíto de emociones, me crucé y saludé en la calle Gamboa a Pepe Gómez, el gerente de Bahía Poniente, que es esa línea marítima, salada, de fina arena e insuperables vistas sea desde la cafetería, el restaurante o las terrazas, o desde sus bungalows Baiona Playa sobre la de A Ladeira. Sabe Pepe que cada año soy cliente bungaloviano, con la misma dama que se sepa o yo recuerde, y que a su restaurante me llevó por vez primera Fonseca Moretón, Señor de Terras Gaudas, a una cena en petit comité con el señor de la Casa del Poniente y por eso me avisa que todo el complejo abrió ya el pasado día 15 y que pida vez. Que luego no me queje.