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Ceferino de Blas.

Helenor, cincuenta años después

Ahora que está de moda la Escuela de Artes y Oficios, conviene recordar a uno de los personajes que más contribuyó a que sea lo que es. Se trata de Herberto Blanco, conocido periodísticamente por el pseudónimo de Helenor.

Aún lo recordarán vigueses veteranos que estudiaron en la Escuela y los lectores de este periódico, donde colaboró. Aunque haya transcurrido medio siglo desde su desaparición, un día como hoy del pasado mes de marzo (17-3-1969), y pasara inadvertida la efeméride, fue tan conocido que es imposible que no permanezca en la memoria de sus coetáneos.

Estuvo en la fundación del Ateneo, en 1921. Era un proyecto colectivo, y cuatro los promotores de apellidos sonoros de la época, pero a nadie se ocultaba que el principal impulsor, y autor del manifiesto fundacional -"para superar el rudimentario vivir intelectual de este pueblo"-, era Herberto Blanco.

Como secretario, intervino en el solemne acto inaugural, en el Tamberlick, y mantuvo un especial protagonismo en el desarrollo del Ateneo, tras ser reelegido en la Asamblea General de junio de 1924, que designó presidente a Amado Garra y vicepresidente al director del "Pueblo Gallego", Fernández Mato.

Pero por lo que más se significó a lo largo de su vida (Vigo, 1889-1969) fue por su vinculación a la Escuela de Artes y Oficios, de la que será primero alumno, después profesor y durante décadas, secretario y bibliotecario. Finalmente, ya en los últimos años, director.

En las decenas de artículos que firmó en diferentes publicaciones, algunas prácticamente olvidadas -"La Luz", "La Garra", que él mismo fundó, "El Mercantil", "Letras y Deportes", "La Lucha"-, además de en los diarios en los que colaboró, comenzando por "La Concordia", siguiendo por "El Pueblo Gallego", a cuya primera redacción perteneció, para llegar finalmente al decano, dejó muestras de su saber, un enorme entusiasmo por Vigo, y su visión de gran teórico sobre la ciudad.

Y sobre el viguismo, que definía como un neologismo, nacido al socaire del Centro de Hijos de Vigo, que se constituyó "como un intento de defender y conservar unas esencias a punto de volatilizarse".

Fue su expresión textual, durante la conferencia que pronunció con ocasión de la fiesta de la Reconquista, en 1960, sobre "motivos vigueses". Un texto lamentablemente perdido, como tantos otros de conferencias y cabeceras de periódicos, de los que no sobrevivió ningún ejemplar, y solo pervive el nombre.

En aquella conferencia, Helenor pergeñó una disección sociológica de la ciudad y sus vecinos, desde una triple dimensión: historia, belleza y economía.

En su opinión, Vigo redescubre su carácter siendo coherente con el sumario programático de su escudo: "Fiel" a sí misma; "leal" a los principios; "valerosa" en la repulsa de los exotismos invasores; y "siempre benéfica", sin intermitencias, porque tampoco es intermitente la desgracia. Este ideario, proclamó, debe ser difundido ininterrumpidamente por todos los vigueses.

Leyéndolo se explica el titular de la necrológica que le dedicó este periódico, sin duda el mejor reconocimiento a su labor: "Herberto Blanco Rodríguez, una vida consagrada al engrandecimiento de Vigo".

Lo hizo desde muchos ámbitos, incluido el político, cuando colaboró con la Liga de Defensores de Vigo. Pero de forma especial en la enseñanza, desde la Escuela de Artes y Oficios, en la que ayudó a miles de vigueses que allí estudiaron y fue un "atento guía y consejero para muchos alumnos, que venían de los alrededores".

Fue profundamendamente independiente, como demuestra que haya escrito en todos los periódicos, al margen de ideologías. Y muy combativo, como revelan los títulos de aquellas publicaciones de juventud: "La Lucha", "La Garra"?

Cincuenta años después de su desaparición es un modelo de los que piensan no qué puede hacer Vigo por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por Vigo.

Aunque el paso del tiempo difumina los perfiles de los que fueron protagonistas, Herberto Blanco es uno de esos vigueses que no dejarán de ocupar un lugar de honor en las hemerotecas, esto es, en la historia de la ciudad, porque hechos son amores.

Una buena forma de avivar la memoria de los tiempos y circunstancias que vivió es visitando la exposición de los 130 años de la Escuela de Artes y Oficios, a la que dedicó lo mejor de su vida. Ese paso por el edificio de Pacewicz será la ocasión para reconocer la impresionante aportación que ha tenido esta institución en la ciudad.

Muchos vigueses se quedarán sorprendidos al observar por dentro la variedad de sus especialidades académicas, sus talleres, y la cantidad de personas que allí se forman y dan rienda suelta a su vocación artística. Parodiando un eslogan turístico publicitario: la EMAO, tan cerca, pero tan desconocida.

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