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Joaquín Rábago.

Atónitos ciudadanos

Deben de estar estos días asistiendo atónitos los ciudadanos españoles a las negociaciones entre las direcciones de los partidos de nuestro ruedo ibérico para el reparto de poder a los distintos niveles.

En muchos casos, los pactos, incluso a nivel municipal, parecen depender de lo que imponen los dirigentes desde Madrid en detrimento de la autonomía de quienes, por cercanía a los vecinos, mejor conocen sus necesidades.

Sabemos por las declaraciones de algunos de esos dirigentes de la derecha de vetos, de líneas rojas, casi todas ellas relacionadas con la forma de encarar el desafío independentista catalán y otros nacionalismos por el momento más moderados.

Y ello, sin que hasta ahora esos mismos partidos excluyentes hayan sabido explicarnos cómo van a poder resolver las tensiones que sin duda surgirán en esos territorios de reforzarse las tendencias centrípetas como reclaman algunos.

El juicio de los impulsores y protagonistas del "procés" ha dominado ya no solo toda la campaña electoral, sino también las posteriores negociaciones para los pactos, condicionando y ocultando a un tiempo todo lo demás.

Uno se pregunta qué tienen que decir, por ejemplo, los partidos sobre el cambio climático, que tanto preocupa - y con razón- a las nuevas generaciones, y qué medidas proponen para combatirlo antes de que sea demasiado tarde, si es que no lo es ya.

¿Proyectan unos u otros aumentar las inversiones en el transporte público y en especial el tren en lugar de seguir construyendo ruinosas autopistas?

¿Se atreverán a ir eliminando progresivamente el coche particular del centro de las ciudades en beneficio de la salud de todos?

Qué remedios tienen, si tienen alguno, contra la cada vez más vergonzosa precarización laboral. Cómo se proponen evitar que nuestros jóvenes, que, según dicen, son los mejor formados de la historia, acaben de camareros en algún lugar costero porque no encuentran otra salida.

O que tengan que emigrar, tras terminar su formación profesional o sus carreras universitarias, a otros países de nuestro entorno que sabrán aprovechar mejor que éste sus talentos o capacidades adquiridas.

Cuáles son las propuestas fiscales y de otro tipo para combatir la evasión fiscal, para luchar contra la insaciable codicia de los poderosos o revertir la creciente desigualdad, que amenaza la propia cohesión social.

Qué opinan de los flujos migratorios y qué ideas tienen para convencer a la UE de la necesidad de encontrar con urgencia una respuesta común y solidaria a lo que no es un problema nacional, sino europeo.

Cómo van a resolver el cada vez más acuciante problema de la vivienda, que, unido a la precariedad y a los bajos salarios, dificulta muchas veces la formación de nuevas familias y el consiguiente aumento de la tasa de natalidad, como no se cansa, por otro lado, de denunciar la derecha.

¿Tienen algo que decir sobre la mercantilización de todas las facetas de nuestra vida, de la creciente privatización de todo lo público? ¿Propondrán o no en Europa gravar con un impuesto los beneficios de los gigantes de internet?

Qué piensan del incremento del gasto militar, que nos exige, como a otros países aliados, EEUU para que le compremos armas a su industria y contribuyamos así a "hacer otra vez grande a América".

Y mientras persisten todas incógnitas, nos toca asistir al espectáculo de un partido que nació supuestamente para combatir la corrupción y que, en sus ansias de poder, no ha dudado en buscar el apoyo incluso de la extrema derecha para vergüenza nuestra en la Europa democrática.

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