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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Cómo luchar contra las burbujas informativas en las redes sociales

Lo que llaman unos "cámaras de eco" (del inglés "ecochambers" ) y otros "burbujas informativas" es el fenómeno por el cual los usuarios de las redes sociales escuchan sólo los mensajes que quieren oír dejando fuera cualquier otro que les haga dudar de sus prejuicios.

Es un mecanismo utilizado en un principio por la publicidad, aprovechando las informaciones que sobre nuestros gustos o aficiones les proporcionamos los ciudadanos a esas plataformas y que éstas venden luego a las empresas que nos ofrecen sus productos o servicios.

Recogiendo el mayor número de datos posibles, los anunciantes pueden con la ayuda de los algoritmos ajustar esas ofertas al perfil de cada uno, personalizando los mensajes y aumentando así de modo extraordinario su eficacia.

Esto, que puede ser por lo menos discutible en el mundo del consumo, ya que se trata en el fondo de una manipulación de nuestros deseos, resulta letal para la democracia ya que bombardea al ciudadano con mensajes unívocos, que impiden toda reflexión, algo esencial en democracia.

Las redes como Google o Facebook no son productoras de los mensajes que por ellas circulan, sino simples transmisoras que pretenden luego lavarse las manos sobre los contenidos.

¿Cómo evitar entonces lo que se ha convertido en una auténtica pesadilla para nuestras democracias: la manipulación política mediante mensajes repetitivos, en su mayoría anónimos, emitidos de forma automática por los llamados "bots" desde cualquier lugar del mundo?

Mensajes que hacen que el usuario de la red escuche sólo lo que quiere oír, impidiéndole así cualquier contraste de opiniones que pudiera eventualmente hacerle ver lo equivocado o al menos dudoso de sus prejuicios.

El alemán Rolf Schwartmann, director del Departamento de investigación sobre el Derecho de los Medios en la Universidad Tecnológica de Colonia, tiene una interesante propuesta sin llegar a la solución radical de prohibirles a las plataformas la personalización de cualquier tipo de mensajes ya sean publicitarios o políticos.

Para ello, el experto se fija en la regulación de los medios de comunicación públicos y privados de Alemania: los primeros están obligados por ley a proporcionarle al ciudadano una información equilibrada, no tendenciosa y neutral mientras que los privados tienen mayor libertad a la hora de elegir los programas, siempre financiados por la publicidad, que ofrecen.

¿Por qué no trasladar, se pregunta Schwartmann, ese sistema dual a las plataformas de internet, obligando a Facebook y Google a no limitarse, como hasta ahora, a un "menú personalizado", y abrirse, en una segunda columna, equivalente a los medios públicos tradicionales, a una información lo más plural posible?

Las dos columnas tendrían no sólo que gestionarse con independencia una de la otra sino que el usuario podría recurrir a cualquiera de ellas de modo autónomo y en cualquier momento que lo desease, lo cual le permitiría contrastar los mensajes que le llegasen a través de las mismas y formar su propia opinión.

Puesto que la pluralidad informativa estaría garantizada por la segunda columna, el control de la primera, que sería el equivalente de las televisiones privadas, podría reducirse al mínimo.

La oferta personalizada se permitiría sólo en caso de que en esa segunda columna se le presentase al usuario una oferta plural orientada por criterios puramente informativos como ocurre, al menos idealmente, con los medios de titularidad pública.

Habría que garantizar por ley en cualquier caso una oferta basada en la pluralidad de las fuentes, que serían medios tanto públicos como privados, audiovisuales e impresos, blogs, foros y demás.

Para el experto alemán, la ventaja de ese modelo sería que las autoridades encargadas de supervisar esas plataformas no tendrían que estar continuamente inspeccionando unos algoritmos de endiablada complejidad.

La ventaja para el usuario de las redes sería que podría en todo momento salir de su burbuja y transformarse de consumidor pasivo en ciudadano reflexivo. Pero, se pregunta uno, ¿no querría aquél seguir instalado, como tantas veces ocurre ahora, en su zona de confort y evitarse la funesta manía de pensar?

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