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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Juan de Lancáster, rey de Galicia con corte en Ourense

Durante el siglo XVI Europa sufrió una profunda inestabilidad y perturbación debido a la demoledora Guerra de los Cien Años entre franceses e ingleses, el tremendo reguero de enfermedad y muerte ocasionado por la Peste Negra y múltiples contiendas regionales. La sombría situación alcanzó a la Península Ibérica. Castilla soportó una guerra civil, a lo largo de casi 20 años, entre los partidarios de Pedro I "el Cruel" - "el Justiciero" o "el Justo" para sus adeptos- (Burgos, 1334 - Montiel 1369), de la dinastía Borgoña, y los de su hermano bastardo, Enrique de Trastámara (Sevilla, 1333 - Santo Domingo de la Calzada, 1379). Pedro I, era el legítimo heredero de Alfonso XI de Castilla -fruto de su matrimonio con María de Portugal-; mientras que Enrique fue uno de sus diez hijos bastardos -producto de su relación extramatrimonial con la noble y muy bella Leonor de Guzmán-. Y, por si fuese poco, el conflicto castellano cobró dimensión internacional con la intervención de fuerzas militares de Inglaterra y Francia. A lo largo de la contienda, Pedro I ordenó una larga serie de ejecuciones, entre las que figuró la de la propia Leonor de Guzmán y la de uno de sus hijos Fadrique Alfonso -hermano gemelo de Enrique de Trastámara-, al que dio muerte el mismo Pedro I por sus propias manos, cuando en 1358 acudió a Sevilla a implorarle perdón. No obstante, más adelante, mediante un ataque combinado de castellanos, aragoneses y franceses -compañías de mercenarios dirigidas por el muy sagaz general Bertrand Du Guesclin (Bretaña, c. 1314 - Auvernia, 1380)- consiguieron la victoria y la proclamación del de Trastámara como rey, en 1366, con el nombre de Enrique II de Castilla. Por los apoyos recibidos el nuevo rey pagó los favores a expensas del tesoro real, lo que le valió el sobrenombre de "el de las Mercedes". Tal reinado duraría poco porque, un año más tarde, Pedro I organizó un contraataque, con la ayuda de Eduardo, Príncipe de Gales (conocido como el "Príncipe Negro") derrotando a Enrique II, en la batalla de Nájera, y obligándole a huir a Francia.

Así las cosas, cuando todo parecía finalizado, el de Trastámara partió en 1369 del Castillo de Peyrepestuse (en la región francesa de Languedoc - Roselló), con tropas al mando de Du Guesclin, e invadió de nuevo Castilla, derrotando a Pedro I. La capitulación concluyó con un duelo fratricida en el que el propio Enrique asestó una puñalada mortal a su hermanastro Pedro. Con este trágico suceso terminó el reinado de la Casa de Borgoña y se instauró el de la Casa Trastámara, bajo la monarquía del que desde entonces sería conocido como Enrique II de Trastámara "el Fratricida". El nuevo rey recompensó a sus aliados, defendió con ahínco los intereses de Castilla y León frente a las aspiraciones del rey de Aragón, protegió parcialmente a los judíos e incrementó su poder frente a los nobles que habían apoyado a su hermanastro.

En el plano internacional continuó su rivalidad con Inglaterra, de modo particular con los hijos de Eduardo III de Inglaterra, Edmundo, Duque de York y Juan, Duque Lancáster, antiguos aliados de Pedro I, con el agravante de que ambos estaban casados con dos de las hijas legítimas de Pedro I: Isabel con Edmundo y Constanza con Juan. Tal circunstancia hacía que se considerasen como auténticos sucesores al trono de Castilla, motivo por el que Enrique II se involucró en la Guerra de los Cien Años a favor del bando francés. La lucha terminaría con significativas victorias sobre Inglaterra, como la destrucción de la armada inglesa en La Rochelle, en 1372, el saqueo de numerosos puertos ingleses e incluso la amenaza sobre Londres.

Por otra parte el rey de Portugal, Fernando I "el Bello" o "el Hermoso" (Coimbra, 1345 - Lisboa, 1383), aparentó apoyar la pretensión de los ingleses y desencadenó tres conflictos bélicos con Castilla, conocidos como Guerras Fernandinas. Su verdadera intención era añadir Galicia a su corona, apoyado por nobles gallegos que no reconocían la legitimidad de Enrique II, entre los que destacaban Andrade Nuño de Freyre y Juan Fernández de Andeiro -este último, amante y valido de la reina Leonor Téllez, la esposa de Fernando I-. Esta alianza llegó hasta el punto de que, en 1369, el monarca portugués fue entronizado como Fernando I Rey de Galicia, instalando su corte en A Coruña, y que solamente duraría un breve período pues, cuando aún no habían pasado tres meses, al tener conocimiento del hecho, Enrique II de Castilla convocó a su ejército y marchó sobre Galicia, lo que motivó la huída del "Hermoso", al que denominarían desde entonces como "el Inconsciente".

Fallecido Enrique II en 1379 -para unos envenenado por el Rey de Granada, antiguo aliado de Pedro I y para otros por un ataque de gota-, le sucedió su hijo Juan I de Castilla (Épila o Tamarife de Litera, Zaragoza, 1358 - Alcalá de Henares, 1390) que permanecería como rey de Castilla hasta su muerte. Juan I había nacido en Aragón durante el destierro de su padre, cuando aún no era rey, y su madre era Juana Manuel de Villena, hija del célebre escritor Don Juan Manuel. Fue Juan I el último rey castellano coronado solemnemente, pues a partir de él los monarcas asumían la dignidad real por proclamación y aclamación. Su titulación completa era: rey de Castilla, de León, de Portugal (desde 1383), de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras y señor de Lara (hasta 1387), de Vizcaya y de Molina (hasta 1387). Juan I de Castilla también tuvo que luchar para defender sus derechos al trono frente a los descendientes de Pedro I.

Juan de Gante, Duque de Lancáster (Gante, Bélgica, 1340 - Londres, Reino Unido, 1399) era el cuarto hijo del matrimonio del rey inglés Eduardo III y su esposa Felipa de Hainaut. En 1359, Juan de Gante contrajo matrimonio con la hija de Enrique de Derby, el cual ostentaba el título de duque de Lancáster y del que heredó ese ducado en 1362. En 1372, al quedarse viudo de su primera esposa, es cuando Juan de Gante se casó con Constanza de Castilla, hija legítima de Pedro I "el Cruel".

En el verano de 1380, Juan de Gante llegó a un acuerdo con Fernando I de Portugal, en el cual se establecía que los soldados ingleses irían a las tierras lusitanas para desde allí invadir Castilla. Después de la aplastante derrota sufrida en 1385 por Juan I de Castilla ante los portugueses en Aljubarrota, Portugal e Inglaterra se aliaron en 1386 mediante el Tratado de Windsor. Ante estas circunstancias, el Duque de Lancáster decidió que era el momento para la invasión de Castilla, iniciándola través de Galicia. No se trataba de un episodio anecdótico. Por un lado, Galicia ocupaba un lugar estratégico, tenía extensas costas, era un lugar de paso entre el Atlántico y el Mediterráneo, centro comercial y lugar importante de peregrinación del mundo cristiano. Por otra parte, al controlar Castilla y su poderosa flota, podrían los ingleses lograr su hegemonía en el sur de Europa y aislar a Francia. Además contaban con el apoyo de nobles gallegos. Entre estos estaba el ya citado Juan Fernández de Andeiro, que había sido gobernador de A Coruña con Fernando I de Portugal, y Álvaro Pérez de Castro; ambos verdaderos embajadores internacionales en la sombra. De hecho, el Duque de Lancáster ya se veía rey de Castilla -y por lo tanto de Galicia-, se hacía llamar Rey de Castilla y se rodeaba una corte gallego-castellana, compuesta por exiliados y anti-trastamaristas, aunque en realidad muchos de ellos eran partidarios de una Galicia anexionada a Portugal y no a Castilla.

Para cumplir sus objetivos el duque -al que acompañaban su esposa e hija- desembarcó en el puerto de A Coruña, el 25 de julio de 1386, al frente de una flota anglo-portuguesa, con un ejército de 7.000 hombres. Una vez en la ciudad, se instalaron más de un mes en la zona de la Pescadería, en un ambiente continuo de justas y fiestas. Y desde allí continuaron su avance por Galicia hasta la ciudad de Santiago de Compostela, en cuya catedral Juan de Gante y su esposa recibieron las llaves de la ciudad de manos del obispo, reconocidos como reyes de Castilla. Desde de Compostela realizaron diversas incursiones secundarias y siguieron la expansión por Pontevedra, Vigo y Baiona. Luego se dirigieron a Ribadavia, cuya plaza, bien defendida por caballeros franceses, le costaría tomar más de un mes. A continuación, el de Lancáster, con el grueso de sus tropas se fue sobre Ourense, que ofreció gran resistencia, siendo sometida a asedio durante cinco días, entre mayo y junio de 1387. En Ourense estableció su corte, como bien recoge la Web de su catedral-basílica (http://catedralourense.com/la-corte-en-ourense/), que, tal como afirma con certeza, fue testigo de esta curiosa historia. En nuestra ciudad sufrieron un sofocante verano (para saber más lean a Vanesa Trevin Pita, en El Desembarco de Juan de Lancáster en A Coruña (1386-1390). Un conflicto de solución diplomática. Revista Electrónica sobre Antiguidade e Medievo. 2014; 3, 1-1: 257-284, que asimismo recoge una muy completa bibliografía sobre el tema). En todo caso, supuso una etapa de tranquilidad para los ingleses, en la que, según las crónicas, gracias a las provisiones y vino abundantes, los soldados lo pasaron muy felices, comieron abundantemente y degustaron nuestros buenos vinos. Al concluir el verano de aquel año, Juan de Gante dominaba casi todo el territorio de Galicia, aun cuando sus tropas encontraron una fuerte resistencia en Ribadeo. En los comienzos de 1387, los ejércitos del duque de Lancáster penetraron en la meseta norte y conquistaron Alcañices. Su siguiente objetivo fue Benavente, la cual, además de tener unas murallas casi inexpugnables, estaba defendida por el noble Álvar Pérez Osorio, condiciones que motivaron un resultado desastroso para los ingleses y graves daños para los moradores de la villa. Después de aquel infortunio, Juan de Gante envió a sus tropas hacia la Valderas, que respondió con fuerte resistencia. Entonces, Juan de Gante comprendió que no le aceptaban como rey de Castilla y decidió abandonar la invasión, dirigiéndose hacia Portugal.

Dos años más tarde, en el mes de julio de 1388, se alcanzó un acuerdo entre la Corona de Castilla y el duque de Lancáster: el tratado de Bayona, en virtud del cual se proyectó el matrimonio del heredero del trono castellano, el futuro monarca Enrique III (lean Enrique III de Trastámara "el Doliente". Faro de Vigo, 21.04.2019), con Catalina de Lancáster, hija de Juan de Gante y Constanza de Castilla. Tras el citado tratado, el de Lancáster renunció definitivamente a sus posibles derechos al trono castellano. Del matrimonio entre de Enrique III y Catalina de Lancáster, el 6 de marzo de 1405 nacía Juan II, que supondría la unión en su persona a las dos ramas reales castellanas: la Casa de Trastámara y la Casa de Borgoña.

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