A estas alturas sigue siendo un misterio -relativo, eso sí- el motivo por el que se quedó en agua de borrajas la iniciativa de los rectores de las tres universidades gallegas que hace muchos meses reclamaron un examen único para la prueba de Selectividad en España. O sea, un asunto ahora mismo de actualidad máxima, como el de la conveniencia de que esos exámenes sean a la vez en la misma fecha para todos los alumnos. La propuesta es tan lógica que su mero rechazo prueba la ya indudable levedad de los responsables ministeriales. Y, de paso, la quimera en que se convirtió ya lo del pacto por la Educación.

La actitud del Gobierno -porque todo él comparte la responsabilidad, siquiera política, de sus decisiones- justifica que quien esto opina haya hablado de "misterio" de la negativa e insista en que es solo relativo. La citada levedad es la que explica la limitación en el concepto porque no se le pueden pedir peras al olmo. Ni manzanas, como podría deducirse del "argumento", improvisado a todas luces, para no aceptar aquella iniciativa: "lo que funciona bien no se toca". Algo que es, en resumen, una respuesta negativa aplicable también a la petición del señor presidente de la Xunta de Galicia.

(Don Alberto Núñez ha hecho realidad esta semana, y en esa cuestión, lo que afirma el refrán: "más vale tarde que nunca". Porque su apoyo público, siempre valioso, pudo y seguramente debió haberse manifestado conjuntamente con la presentación de la iniciativa de los rectores. Incluso es posible que habría sido positivo que la encabezara y defendiese junto a ellos. Ahora le ha dado peso, pero tardío, sobre todo, en la circunstancia postelectoral que viven estos Reinos, con tanteos para pactos que hacen especialmente sensibles a los partidos a no ceder un centímetro de lo que pudiera ser utilizado por unos frente a otros. Y lo de la Selectividad está entre ellos: por eso PP y Cs defienden la idea gallega con más retraso aún que el titular de la Xunta).

Dicho lo anterior, probablemente convenga especificar que la crítica hacia la respuesta -resumida- del Ministerio se debe, además de a la subjetividad de la opinión, a una serie de datos objetivos. Que no son una verdad revelada, desde luego, pero que aportan peso al argumentario. Porque, y conviene insistir, calificar como "buen funcionamiento" el del puente entre dos niveles educativos que padecen, según bastantes informes, niveles de fracaso escolar y/o de formación deficiente o insuficiente es calificar la cuestión con un notable exceso de optimismo.

En términos de Galicia, y a partir de la petición de los rectores de Santiago, Vigo y A Coruña, parece obvio subrayar que la opinión del Gobierno central no es compartida por los claustros ni tampoco por el presidente del Ejecutivo autonómico, lo que permite suponer sin temor a equivocarse que la Xunta entera comparte la crítica. Y aunque la oposición no se ha tomado la molestia, ni antes ni ahora, de dar a conocer su punto de vista, no parece aventurado señalar la muy alta probabilidad de que no coincidan sus criterios con los de sus adversarios políticos. Cierto que no lo han dicho claramente, pero esa es una costumbre muy de la izquierda, al menos aquí: cuando no le conviene, calla y así cree que no se equivoca. Pero se le ve demasiado el plumero.

Conste.