Definitivamente este hombre es raro. Me lo pareció ya el primer día, nada más verlo. Era algo menos que un gesto, algo menos que un tic, pero dejaba ver que en su rostro terso el papel estaba despegado de la persona, y afloraba algo de su fantasma interior, como una mueca reprimida. Nada grave esto, todos lo llevamos dentro, pero buscamos un modo de darle salida: escribiendo, pintando, con una afición o un vicio, dándonos al sexo o a los amigos, qué sé yo. El hombre, en cambio, parecía impoluto en todo. Sospechoso. Hasta que empezó a hacer cosas extrañas. Primero, antes de la tanda de elecciones, deja el centro, donde está el tesoro, y se encierra a sí mismo en la derecha, donde no se hace el amo, pero hace destrozos. Y luego a la hora de pactar, cuando ya no hay peces en el río (o sea, votos), es cuando gira al centro, como para redimirse. A lo mejor es un genio, pero yo lo veo raro.