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¿Se atreverá el presidente excómico con los oligarcas?

Se alegraron muchos dentro y fuera de Ucrania de ver a un joven cómico convertirse de pronto en presidente de ese país, por lo que ese hecho podía tener de llegada de aire fresco a la viciada política nacional.

No parecía importar demasiado que alguien sin experiencia alguna de gobierno fuera a dirigir una nación corroída por la corrupción a la vez que cortejada por un Occidente decidido a estrechar su cerco de la igualmente corrupta Rusia de Putin.

El nuevo presidente, Volodimir Selensky, del que los medios de Israel se apresuraron a destacar su condición de judío, tal vez por contraste con la tradición nacionalista antisemita de ese país, parecía llegara la más alta institución sin ataduras.

Pero ¿es esto último cierto?, se preguntan algunos. Antes de tomar la decisión de dedicarse a la política, Selensky era la estrella cómica de una cadena de televisión propiedad del magnate Igor Kolomoisky, que le apoyó frente al expresidente y candidato rival, Petro Poroshenko.

Kolomoisky y sus socios Hennady Boholjubov y Alexéi Martinov controlan cientos de empresas de distintos sectores: desde la minería o la siderurgia hasta el petroquímico. También les pertenece un paquete mayoritario de acciones de la compañía aérea Ukraine International Airlines.

Y controlaron en el pasado el mayor banco privado del país, del que, según una auditoría externa, salieron 5.500 millones de dólares, que fueron a más de centenar y medio de empresas sin que se haya recuperado hasta ahora ese dinero.

A finales de 2016, el banco en cuestión fue nacionalizado y rescatado con más de 5.000 millones de dólares de dinero público. ¿No le suena familiar todo esto al lector español?

Kolomoisky ha negado siempre tener nada que ver con aquel inmenso pufo financiero, "el mayor del siglo XXI", según la ex presidenta del Banco Nacional ucraniano, pero por lo pronto optó por salir del país camino de Suiza, primero, para terminar en Israel.

Kolomoisky, sin embargo, ha regresado mientras tanto: con la elección del cómico gracias a una campaña que contó con el apoyo decidido de la emisora de su propiedad, las circunstancias le son en principio mucho más favorables.

El abogado del magnate, Andry Bohdan, que participó en la campaña electoral es hoy jefe de la oficina del nuevo presidente. Y además dos tribunales del país sentenciaron hace un par de meses que la nacionalización en 2016 de su banco había sido contraria a derecho.

La gestión del nuevo presidente habrá que juzgarla por la suerte que corran tanto su patrocinador, Kolomoisky, como otros grandes magnates ucranianos: su socio Boholjubov y el más rico de todos, Rinat Ajmetov.

Entre los tres controlan, según el diario alemán "Süddeutsche Zeitung", un 6 por ciento del PIB ucraniano, casi el doble de sus equivalentes rusos: los oligarcas ucranianos son dueños de la mitad de las empresas de minería, energía y transportes y de un cuarto de las agrícolas.

Otro de esos oligarcas, el empresario Dmyrto Firtasch, intenta impedir por todos los medios su extradición desde Austria a Estados Unidos, cuya justicia le reclama por supuesto soborno.

Firtasch es propietario en Ucrania de una emisora de TV además de domina el comercio gasista, en el que disfruta de condiciones ventajosas en detrimento del consorcio estatal Naftogaz.

El más rico de los oligarcas del país, Rinat Ajmetov, al que se le atribuye una fortuna personal de 6.000 millones de dólares, tomó en 2011 el control de la privatizada compañía telefónica Ukrtelekom y tiene también fuertes intereses en los sectores del carbón y la energía a través de su holding DETK.

Ese y otros oligarcas se benefician de condiciones siempre ventajosas cuando no ocupan directamente escaños en el Parlamento, como el también multimillonario Konstantin Schewago, propietario mayoritario del grupo minero Ferrexpo y exdueño de un banco que terminó quebrando.

Sorprende por todo ello - o tal vez no tanto- que el nuevo presidente ucraniano no considerara oportuno referirse al poder extraordinario de los oligarcas del país y su influencia en los medios de comunicación y en la política y que no hablara de posibles medidas para limpiar esas cuadras de Augías.

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