Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Camilo José Cela Conde.

Nuevo régimen

Si hay algo que parece claro que se producirá el domingo que viene, cuando se haga el recuento de los votos, es la certificación del final de lo que se ha denominado el régimen del 78 uniendo la idea de "régimen", palabra vinculada hasta ahora al franquismo, con el texto constitucional que nos devolvió el Estado de derecho. Bien digno de preocupación es que tengamos a la Constitución como una alternativa a desechar cuando nos parezca algo ajada, en lugar de ser el cobijo que puede protegernos de cualquier aventura de regreso al pasado. Pero a lo mejor el renacimiento del carlismo de la mano de los nacionalistas vascos y, oh sorpresa -aunque no tanta-, de los nacionalistas catalanes significa eso mismo: que la Carta Magna de 1978 no es de utilidad y, cuestión todavía más seria, que ninguna otra podrá servir de recambio porque va a resultar imposible encontrar el mínimo común múltiplo en el que nos veamos incluidos todos los españoles.

El domingo puede llegar la certeza de que no hay salida, que con medio País Vasco enfrentado al otro y Tabarnia frente a Tractoria lo único que cabe plantearse es qué tajada puedo sacar yo del desmembramiento constitucional. Sería que, al cabo, el consenso que llevó al Estado de las autonomías -tan sorprendente como inmenso, a juzgar por lo de hoy- no era sino un tapón mentiroso para contener dejando para más adelante la solución de unos problemas que quedaban sólo amagados. Mientras hubo prebendas que conceder a quienes siempre querían más, el sistema funcionó; cuando la vaca dejó de dar leche, aparecieron los verdaderos rostros dentro de lo que, de manera general, cabría llamar pujolismo: la estrategia de contribuir al bien común siempre que el bien particular -personal, en el caso del propio ex-honorable Pujol- quedase por delante.

Que proliferen los homenajes a un asesino nada presunto como el huido y ahora capturado Ternera pone de manifiesto que hay muy pocas cosas en común que puedan ser defendidas. ETA no fue derrotada porque no era sólo una pandilla de maleantes y, hoy por hoy, las fake news sobre las que se montó el proceso soberanista no pueden ser combatidas. No por el Estado que conocíamos hasta ahora porque ha desaparecido ya. Y lo que viene, lo que surgirá el domingo, es el comienzo del cambio de régimen, del proyecto de un nuevo Estado que deberá ser puesto en marcha por parte de quienes han ganado ese derecho, qué duda cabe, en las urnas.

Pero lograr una victoria electoral y construir un marco nuevo de convivencia que quede plasmado en otra Constitución son cosas distintas. Muy distintas. Ojalá, por el bien de todos, que el Parlamento que salió de las urnas el mes pasado y el Gobierno que haya de tomar posesión en el siguiente tengan la capacidad, el talento y la suerte necesarios. Nos jugamos mucho en el envite. Pero de momento no tenemos -yo, al menos- ni la más mínima idea de cuál es la estrategia de Pedro Sánchez para sustituir lo del 78 por otra cosa.

Compartir el artículo

stats