Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La gestión

Una leyenda urbana -y también rural- establece que muy mal lo tiene que hacer un alcalde y sus colaboradores para perder las elecciones en las que se juzga su mandato. Y a la vista de lo que prevé la encuesta de FARO hay que darle razón, quizá con el matiz de que la gestión es no ya un factor clave para el titular del gobierno local, sino decisivo para que las coaliciones se consoliden. Y hay dos datos a favor de esta última opinión: el primero, que son pocos los que llegan a la mayoría absoluta y bastantes más los que la revalidan con sus socios, y segundo -y significativo- que las alianzas son ya mucho menos permeables a las mociones de censura que no hace demasiado movían corporaciones casi cada dos por tres.

Caso aparte es el de Vigo, donde Abel Caballero parece a punto de batir los récords históricos del coruñés Francisco Vázquez o el pontevedrés Rivas Fontán, que relegaron a sus rivales a niveles que en otras actividades serían ridículos y que en política admiten el calificativo de dolorosos. Y que demuestran aspectos que se han venido discutiendo -y descalificando- desde un concepto de supremacía que es ya una antigualla y una perspectiva del todo errónea. Aquel se refiere a la supuesta subordinación social, económica y poítica de la ciudad y conurbación olívicas al clasismo de poderes tradicionales hace tiempo obsoletos.)

La segunda, la perspectiva, confunde la realidad con el pasado precisamente por el enfoque que le da la primera, y tiene por "localismo" lo que no es sino la reivindicación de asuntos muy sentidos por la población afectada. Y las carencia, y su eliminación, forja algo básico que la ciudad y su entorno aún no poseían: un concepto positivo de viguismo y de viguistas -que nada tiene que ver con el "localismo" que se le reprocha-, y que ha forjado la práctica concentración de voto de derecha e izquierda en torno a la Alcaldía y su proyecto. Lo que no supo entender ni la Xunta, ni el PP ni su titular pese a que tenía el precedente herculino a un paso geográfico e histórico. Y esa confusión de conceptos parece ocultar otro hecho a los ojos del Ejecutivo autonómico que muchos ven a punto de convertirse en el ancien régime: que el poder político tiende hoy a desplazarse hacia un eje Madrid-Vigo desde el que puede irradiar a toda Galicia con más fuerza del que antes lo hacía con diferentes protagonistas regionales y locales.

Naturalmente, cuanto queda dicho es solo una opinión personal nacida de los resultados de un sondeo, pero también de la evidencia de lo que se ha llamado el "factor de arrastre" tras el 28-A. Y que es posible que no se cumpla talcomo, pero poco probable. El panorama se integra en el acierto de los propósitos por los que el Gobierno de Pedro Sánchez "cosió" las dos joprnadas electorales y también confirma los errores de la última etapa del PP del señor Rajoy y el primero de la renuncia del presidente Feijóo a afrontar el relevo en la dirección Popular y el aún más llamativo de la elección de Casado. En política, todo eso se cobra, y se paga, tarde o temprano en las urnas.

Claro que en las urnas se despachan también los resultados de la gestión directa de ese primer escalón de la democracia que se llama administración local. Y aunque es cierto que las extrañas sociedades que se forman para favorecer los cambios en las gobernanzas a veces aportan injusticia, no lo es menos que la atención, incluso teñida de cierta demagogia, a las necesidades y a los gustos de la gente del común proporciona a quienes la demuestran unos márgenes electorales que les permiten no solo seguir -reforzados- donde están sino incluso aspirar a objetivos diferentes y más ambiciosos cuando tienen la oportunidad.

Hace algunos años, los pactos postelectorales eran calificados como contra natura tanto por la heterogeneidad de los grupos que los firmaban cuánto por las posiciones en que dejaban a quienes obtenían una victoria aritmética pero insuficiente. Se justificaban porque estaban orientados a lograr la estabilidad en la gestión y, salvo muy notables excepciomes, cumplían. Por eso podría, repitiendo -adaptada- una famosa frase, decirse a algunos que aseguran no entender lo que parece que va a ocurrir aquello de "es la gestión, idiota, es la gestión?". Además de una buena estrategia y del "efecto arrastre", por supuesto.

¿O no?

Compartir el artículo

stats