A lo largo de su trayectoria, Severino Martínez dio muestras innumerables de su talante generoso y solidario. Desde que en Navidades de 1921, aportó la modesta cantidad de 0,50 céntimos a la campaña del aguinaldo para el soldado, que promovió Acción Católica, su nombre nunca faltó en cuanta suscripción benéfica hubo, tanto en tiempo de paz como de guerra.

Ya fuera para las fiestas de la Peregrina, San Bartolomé o la Virgen del Camino; como para homenajes personales, desde el doctor López de Castro (1934), hasta el polifacético Landín Tobío (1947). O para ayudar a las familias de las víctimas de una tremenda explosión en Lérez (1924). O para la construcción del Dispensario Antituberculoso (1927) y el preventorio Concepción Arenal (1934). O para la bandera de la Guardia Civil (1935)?.

Durante la trágica Guerra Civil, nunca faltó su donativo en dinero o en especies para las mil suscripciones patrióticas. Y en la dura postguerra también llegó su ayuda discreta hasta alguna que otra familia perseguida.

Seguramente por ese motivo, su entierro en 1979 resultó multitudinario. Hasta la capilla de Santa Ana en su finca de La Abundancia, donde estuvo su féretro expuesto, acudió gente de toda condición para darle su último adiós, incluso desde pueblos muy lejanos.