Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo.

El autoservicio de Rubalcaba

Los Reyes han sido agradecidos con Alfredo Pérez Rubalcaba porque le debían la continuidad del puesto de trabajo. Al frente de un partido republicano, el fallecido permitió la sucesión dinástica (que presidió Mariano Rajoy) en la noche sin luna del rey cazador, cazado con un elefante y una querida, viejo y cojo y con la indignación en vela contra los estragos de la crisis y de los ajustes.

El último servicio de Pérez Rubalcaba ha sido un autoservicio. Los socialistas se han servido de su cuerpo presente para cubrir sus necesidades. Al finado le habría parecido normal: esa fue su vida y ésta, su primera obra póstuma. En Rubalcaba no todo era bueno, pero se aprovechaba todo.

En estos tiempos de emocionalidad, hasta fríos lagartos como Felipe González no ocultan las lágrimas sinceras. Rubalcaba fue su ministro más joven y el último eslabón de la cadena que empezó él, rompiendo la anterior, la del PSOE del exilio encadenado a la República, como Pedro Sánchez rompió la del socialismo de la Transición. González no aprovechó a ningún perdedor en Suresnes, el congreso en el que se hizo con el poder y ahora pide a Sánchez que reutilice algunos de los seguidores de Rubalcaba. Felipe no pide para él, pide para sus hijos. Sánchez debería hacerle caso -y no ser como fue González- por el talento y experiencia que puede estar perdiendo y porque no se puede aspirar a ser un gran hombre sin magnanimidad, solo con Falcon.

La muerte, vitalmente inoportuna, funcionó electoralmente mejor que diseñada por el mismo Sánchez, que puso a los suyos en primera fila. Tres días a mayor gloria del socialismo actual, en memoria de sus aciertos del pasado y en evitación de sus errores del presente, de las memeces y memes propios de estos días.

Compartir el artículo

stats