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De vuelta y media

El Colegio Modelo

Primer internado de niñas bien que tuvo Pontevedra desde 1914, instalado en el Palacio de Mugartegui y dirigido por las hermanas Fernández Álvarez

El Colegio de Placeres, que acaba de celebrar por todo lo alto el centenario de su fundación por las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, fue único en su género; pero no fue el primer colegio de niñas bien en Pontevedra. Antes hubo otro centro importante que hoy habría cumplido 105 años: el Colegio Modelo.

Bajo la advocación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, el Colegio Modelo comenzó su actividad en el curso 1914-15, dirigido por Luz y Ramona Fernández Álvarez. El día 1 de octubre de aquel año abrió sus puertas en el señorial Palacio de Mugartegui, ubicado en la histórica plaza de A Pedreira, que a veces hizo de patio de recreo.

Ambas hermanas provenían de una rama directa de la familia propietaria del noble edificio, que luego acabó en manos del Concello merced al nunca bien ponderado Plan Urban. Una y otra joven, mostraron una fuerte vocación docente, y en su platel inicial contaron con seis profesoras tituladas de grado superior.

El Colegio Modelo impartió clases de 1ª y 2ª Enseñanza Graduada para señoritas internas o externas. Además ofreció pasantías de Ciencias, Letras y Labores, así como clases específicas de teneduría de libros, escritura, bordado a máquina, gimnasia sueca y rítmica, y elementos de dibujo. Su primera oferta educativa se completó igualmente con una preparatoria para el grado único de la Normal de Maestras. De ahí su admisión genérica de "pensionistas y normalistas, en inmejorables condiciones de local, trato y precio".

Las instalaciones del centro para uso y disfrute de las chicas internas, respondían al lustroso aspecto del imponente palacete construido por José Manuel Valladares Figueroa, heredero del mayorazgo y casa de Quintáns.

El Colegio Modelo resultó lo nunca visto hasta entonces en esta ciudad donde prevalecían los centros masculinos o mixtos: desde el colegio Balmes, de Gerardo Santos Méndez, hasta el Colegio X, de Germán Adrio Mañá, pasando por el colegio San Luís de Gonzaga, de Félix Martínez González Regueral; el Colegio Católico de Secundino Vilanova Rivas; el Colegio Ibérico, de Enrique Zaratiegui Molano y algunos otros. Un delicado verso suelto en clave femenina resultó aquel centro pionero, que pronto se hizo un hueco en el nomenclátor educativo local.

Las profesoras Luz y Ramona aportaron su impronta personal, hasta el punto de que enseguida pasó a denominarse popularmente como "el colegio de las señoritas Fernández Álvarez". En los cursos siguientes, incorporaron enseñanzas de pintura, dibujo y trabajos manuales; piano y solfeo; corte y confección, y mecanografía; todas materias que respondían a las demandas sugeridas por las mejores familias pontevedresas.

Una fiesta de puertas abiertas en febrero de 1916, con motivo de la solemne entronación del Sagrado Corazón de Jesús, puso de relieve la categoría social de varias alumnas fundadoras. Las crónicas periodísticas resaltaron la ceremonia protagonizada por cuatro niñas vestidas de ángeles, de las familias Lino, Cea, Dios y Arniches, que recorrieron en procesión las estancias del colegio portando la imagen sagrada y cantando dulces plegarias.

A partir de entonces, el Colegio Modelo nunca dejó de festejar el 31 de mayo a su patrona, Nuestra Señora del Sagrado Corazón. El programa de aquel año incluyó una misa oficiada por el padre Luís Mª Fernández y cantada por un coro dirigido por el maestro Taboada. Luego, las chicas representaron diversos cuadros teatrales de carácter religioso. Esa fecha marcó su compromiso religioso, incluida la celebración de la primera comunión de sus alumnas, siempre en la iglesia de Santa Clara.

Al año siguiente, un gran mantel bordado en seda y oro por las alumnas, presidió el altar mayor en la iglesia de San Francisco, con motivo de la fiesta de San Antonio de Padua. Aquella "joya del arte" fue la primera exhibición de sus primorosas manualidades. Tres meses más tarde, las labores realizadas por Carmen Gorostola Prado y Luisa Fernández Cochón, sus alumnas más aventajadas, obtuvieron un reconocimiento unánime tras pasar por los magníficos escaparates de Almacenes Olmedo.

Las hermanas Fernández Álvarez no dudaron en incorporar nuevo profesorado cuando necesitaron su concurso para abrir el centro a la preparación de opositores a carreras especiales. Sin dejar a un lado la formación de su internado femenino, también impartieron en algunas ocasiones unas clases específicas de Ciencias, Letras y Labores, a grupos reducidos de doce alumnos como cupo máximo. Una docencia a la carta, en definitiva.

Las niñas colaboraron mucho con el Ropero Escolar, tanto en donativos como en especies, puesto que regalaron para los niños pobres algunas prendas confeccionadas durante sus clases prácticas, sobre todo jerséis.

A lo largo de sus casi veinticinco años de existencia, pasaron por las aulas del Colegio Modelo varias generaciones que comenzaron allí su formación, tanto personal como académica. Para muestra, un botón de la clase de niñas de siete a nueve años, que hicieron su primera comunión a mediados de 1928, hijas de familias bien conocidas:

Las hermanas Josefinita y Ángeles Areses Pérez, así como Avelina y Emma González Osorio, Merceditas Puelles Ruibal, Antoñita Pardo Espinosa, Mercedes Caramés Rodríguez, María Sánchez Basanta, Mercedes Bruguera Sánchez, Elena Feijóo Trincado, Mercedes Díaz Calvo, Pepita Filgueira Argibay, Marujita Barral Barral, Hortensia González García y Rosita Antúnez Ibaseta. Y como guardia de honor, las hermanas Carmiña y Margot Aboal, Carmencita Vega y Josefinita Nimo.

La familia del ingeniero jefe del distrito forestal, Rafael Areses Vidal, resultó la protagonista destacada de aquella ceremonia, puesto que también intervino su hermano Manuel, párroco de La Guía, en Tui, quien ofició la misa y pronunció una cariñosa plática.

En vísperas de la Guerra Civil, el Colegio Modelo aún mantenía la misma oferta educativa que en la fecha fundacional, internado incluido, de cara al curso 1936-38. Luego cerró sus puertas hasta principios de 1939, en que llegaron al Palacio de Mugartegui las pastoras escolapias para fundar un nuevo centro que acaba de cumplir 80 años en Pontevedra: el colegio Calasancias, que tuvo allí su primera sede.

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