Analistas del resultado de las elecciones celebradas el pasado domingo 28 de abril hablaban de miedo. Miedo de muchos electores a la llegada al Congreso de la extrema derecha. Son voces del interior y del exterior, en medios nacionales e internacionales. Profesores y reconocidos periodistas que poseen precisa documentación sobre la situación española. Pero ¿ha sido esa razón la que movió al elector a esa votación resultante? Quizá fueron análisis apresurados. ¿Miedo?

En primer lugar hemos de destacar la gran afluencia a las urnas en contraste con una reciente convocatoria celebrada en Andalucía. Pero no se ha registrado ningún récord de participación. Y quizá la mayor concurrencia se deba al ruido y a la agresividad soportada en la precampaña primero y después en los debates de la campaña.

También hemos de tener en cuenta que el resultado obtenido por la extrema derecha es llamativo pero también que ha sido alentado por personalidades (pertenecientes sí, a otro partido de la derecha) que aguijoneaban a los líderes más moderados para atacar al adversario político. Y es llamativo al ser la primera vez que accede la ultraderecha en democracia pero se queda en la quinta fuerza, la última formación en cuanto a participantes en todo el Estado, ya que quienes han conseguido menos diputados son partidos que han limitado a su ámbito territorial comunitario su participación. También se ha de tener en cuenta que el porcentaje logrado por el franquismo es mucho más bajo que lo que impera en parte de Europa y América.

Por otra parte, los españoles han dado un voto mayoritario a la formación que presuntamente "esquilmó" la Junta de Andalucía, liderada por un "felón", "traidor", "amigo de los que quieren romper España", "que pacta con quienes tienen las manos manchadas" de sangre, que quiere subir los impuestos, etcétera. Un partido que ha "abusado" de los decretos leyes una vez convocados los comicios y que se aprovechó con decisiones que no tomó durante la legislatura.

Los votos han conformado una mayoría a unos partidos, PSOE y Unidos Podemos, que en los últimos tiempos han circulado por la senda de la división, con espectaculares refriegas internas. El futuro presidente del Gobierno fue prácticamente expulsado del partido y denostado por la mayor parte de los dirigentes de la formación, los llamados barones, y el partido estuvo dividido en dos durante un largo y frenético periodo, con sonados ataques entre ambas partes. Aún en vísperas de la disolución de la recién cerrada legislatura dirigentes de la formación mostraban su disconformidad con la convocatoria electoral adelantada.

En el otro lado de la izquierda, la coalición de Podemos con Izquierda Unida, ha habido una gran desbandada de fundadores y dirigentes disconformes con el camino tomado por la dirección. Por una parte en el partido nacido en marzo de 2014, acusado de ser financiado por Chávez y los ayatolas, han desaparecido de la foto "fundacional" cinco de los seis fotografiados. La coalición formada en 1986 en la que confluían comunistas, republicanos y ecologistas tenía la disidencia de quienes no se fiaban del partido de los profesores universitarios y ha terminado expulsando a su excoordinador general, quizá el parlamentario con discurso más político y talante dialogante.

Algunos analistas parecen haberse olvidado de llamativos casos de corrupción, con enriquecimientos personales y fraudulenta financiación de partidos. De que el futuro presidente del Gobierno ha sido el menos "miedoso" de los últimos tiempos del socialismo hispano, de que los gurús internacionales de los poderes económicos estaban conformes con la victoria de su última trayectoria gubernamental? Y si miramos a los campos soberanistas, el miedo no aparece por ninguna parte y las propuestas separatistas han aumentado su nómina de parlamentarios. Si el miedo, sinónimo de temor, suele estar reñido con el progreso, ¿donde está el miedo?