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Mentiras y olvidos

El ruido y la furia de las campañas electorales nos aturden, el narcisismo de los líderes políticos nos avergüenza y, sobre todo, su inmensa capacidad de mentir nos asombra y abochorna. "Mucho mienten los poetas", decía Aristóteles a propósito de Homero. ¡Pues si llega a ver los recientes debates de TVE y A3M el gran filósofo quedaría sin aliento! Algunas ofertas electorales recuerdan estas palabras del sutil teólogo medieval Duns Scoto: "Creo, Señor, lo que ha dicho tu gran profeta [Sánchez, Casado y, más aún, Iglesias y Rivera], pero, si me fuera posible, quisiera comprenderlo".

Estos debates entre egos exacerbados, en los que se esgrimen como armas cifras manipuladas y gráficos surrealistas sobre la evolución de la economía y donde los rifirrafes llegan a modos y niveles guiñolescos, son contiendas que también evidencian frivolidad ética. Por ejemplo, Albert Rivera llamó "carca" a Pedro Sánchez por oponerse a los llamados vientres de alquiler. Quedó claro que a Rivera la dignidad de las mujeres pobres le trae sin cuidado.

Sin embargo, lo más relevante es aquello de lo que apenas se ha hablado en toda esta campaña electoral: Europa, la globalización y sus consecuencias, la sostenibilidad del planeta... En su último libro, el sociólogo Ulrich Beck se propone explicarnos por qué ya no entendemos el mundo, por qué nos negamos a "reformular cuestiones fundamentales relativas al orden político y social en la era de los riesgos globales". El principal de ellos lo constituye el cambio climático, que está ya dando lugar a nuevas formas de poder, desigualdad e inseguridad. Ningún Estado puede afrontar solo semejante desafío. De ahí, afirma, que los principios de soberanía e independencia nacionales supongan un obstáculo para la supervivencia de la humanidad. La metamorfosis del mundo (así, por cierto, se titula el libro de Beck: Paidós, 2017), en cuanto sociedad del riesgo, conlleva incluso el fin de la distinción entre naturaleza y sociedad y la conversión de la naturaleza en un producto histórico. Pues bien, se pregunta el sociólogo alemán, ¿cuánto cambio climático puede resistir la democracia? ¿Cuánta democracia requiere la protección del clima? ¿Cómo es posible la democracia en tiempos de cambio climático? ¡Y nuestros políticos únicamente preocupados de sus respectivos ombligos, con escasísimas referencias, directas o indirectas, a cuestiones de este calibre!

En cuanto a la globalización, la evolución hacia lo que Ulrich Beck denomina "una modernidad cosmopolitizada" ha encontrado --también en España-- una feroz resistencia en los partidos y movimientos renacionalizadores, es decir, en "la antimodernidad". Pero si hay algo claro es que el Estado-nación está sucumbiendo a los riesgos globales.

Por si fueran poca cosa el cambio climático, los accidentes nucleares (primero Chernóbil, luego Fukushima), las crisis financieras y el terrorismo fundamentalista, nos enfrentamos igualmente al riesgo de la libertad digital. Como atestiguaron las revelaciones de Edward Snowden, la verdadera catástrofe sería en realidad un sigiloso control hegemónico a escala mundial. Ese control amenaza algunos de los mayores logros de la civilización moderna: la libertad, intimidad y autonomía personal y las instituciones básicas del Estado democrático de Derecho. Lo que ha contado Snowden representa, según Beck, "una conmoción antropológica", al poner de manifiesto que "las democracias se están metamorfoseando insidiosa e imperceptiblemente en regímenes totalitarios". Añadamos al cuadro, para concluir, que la desigualdad se ha vuelto política y socialmente explosiva.

Mientras tanto los políticos españoles son incapaces de remontar el vuelo.

*Profesor emérito de Derecho Constitucional

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