El jueves, Manuel se encontró con un libro a su nombre en el escaparate de las librerías y, no por esperada, esa imagen dejó de impresionarlo. Multitud de ejemplares adornan desde entonces los propósitos de los lectores en las redes sociales. Se sabía que la literatura arropaba pero es que además últimamente viste muy bien. El viernes, se le notaba todavía con la feliz ilusión de quien constata que un deseo se materializa. La fascinación requiere de una situación tangible, por mucho que alguien se la pueda imaginar. Decía James Salter: "Uno no puede creer en los sueños y sin embargo en cierto plano debe hacerlo. El faraón soñaba. Y MacBeth".

El autor llevaba dos meses con una rigurosa cuenta atrás para promocionar el lanzamiento, para organizar en cierto modo el primer día, como si fuera posible, cuando la verdad es que el tiempo no obedece instrucciones. Se debe de perder la noción, me imagino, cuando tres años de trabajo se comprimen en el segundo inicial que detiene las horas para que disfrutes viendo tu obra en un expositor. "Algo que he hecho encerrado en mi casa está en las librerías de toda Espana. ¡Es maravilloso!", admiraba Manuel durante el vermú planeado para brindar.

Desde el jueves luce una gran sonrisa incluso cuando habla muy en serio. Manuel de Lorenzo (Ourense, 1981) publica "Todo lo demás era silencio" (Suma de letras), una novela que nació en el hospital. En muchas ocasiones terminamos en un lugar así sin preaviso. "Los días, en la memoria, tienden a ser iguales pero no hay un día, ni siquiera de cárcel o de hospital, que no traiga sorpresas", escribió Borges en 'La espera', uno de los cuentos de 'El Aleph'. El ingreso de Manuel, en el verano de 2016, le ayudó a clarificar una historia que ya venía madurando.

Aquella estancia indeseada definió la idea central del libro: el peso del azar como uno de los grandes catalizadores de nuestras vidas. La casualidad consiguió, por ejemplo, que Ella Jane Fitzgerald fuera Ella Fitzgerald. Siendo aún adolescente acudió al Teatro Apolo de Harlem a una audición para ser bailarina. Dos aspirantes que la precedieron lo hicieron tan bien que ella optó por cantar. Los presentes se quedaron boquiabiertos. Otra situación fortuita cambió la historia del jazz. La trompeta de Dizzie Gillespie se torció accidentalmente hacia arriba, en 1953, en Nueva York. Ese año, con el instrumento dispuesto con esa forma ya para siempre, participó en uno de los conciertos inolvidables de la historia de la música. El Jazz at Massey Hall unió en Toronto (Canadá) a un quinteto memorable: Charlie Parker (saxofón), Charles Mingus (contrabajo), Bud Powell (piano), Max Roach (batería) y el propio Gillespie.

En la solapa de 'Todo lo demás era silencio', que se presenta en Ourense a principios de mayo, se expone la idea del azar: "Es un engranaje perfecto. Lo que nos sucede en cada momento no es sólo una posibilidad aleatoria entre muchas. Lo que nos sucede en cada momento es lo único que nos puede suceder". Manuel tenía que enfermar, Manuel tenía que ingresar en el hospital, Manuel tenía que publicar este libro.