Dice Almodóvar en "Dolor y gloria" que, los días que se levanta y le duelen tres cosas cree en Dios y los días que se levanta y solo le duele una, es ateo. En mi caso, tengo años e hijos suficientes para contar con un mínimo de tres preocupaciones diarias, así que por ese lado la papeleta la tengo más que cubierta.

Otra cosa distinta es cuántas agresiones verbales, cuántas faltas de respeto o cuántas veces es necesario escuchar Torra o batasuno en una misma frase para convertirse en un agnóstico político, en alguien que se ha acostado las últimas noches pensando, que definitivamente todo es mentira.

Los líderes políticos de este país han estado una semana entera preparando sus intervenciones en dos debates televisivos, con tanta dedicación, que han olvidado lo básico: escuchar, no interrumpir mientras otro habla, contestar a lo que te preguntan, que una verdad a gritos es siempre menos verdad. Y por último: que si lo que dices no lo vas a cumplir, por favor, no lo digas.

Qué poca realidad. Discursos aprendidos, moralejas fáciles, profesionales del engaño. Esa pugna por la última palabra, por el trending topic basado en la burla, en que alguien quede mal. ¿No estaremos cayendo en la trampa, cada vez que comentamos "yo creo que ganó el debate?"?

Cuenta Daniel Goleman en su libro, que los cinco cánceres de la inteligencia emocional son: criticar, quejarse, comparar, competir y discutir. Poco más que añadir. Que no sé quién será el próximo presidente del gobierno, pero me preocupa mucho qué va a hacer, con una educación que no tiene.