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Xabier Fole

el correo americano

Xabier Fole

Campañas

Cuando los candidatos recurren a los insultos personales e insinúan que sus contrincantes encarnan la traición y el terror, luego, una vez bajada la carpa del circo, con los leones ya metidos en sus respectivas jaulas, resulta muy difícil reparar el daño provocado. Los políticos pueden interpretar personajes más o menos histriónicos para que sus mensajes sean difundidos, a fin de ganar terreno por la izquierda o la derecha, incluso realizando afirmaciones que ni ellos mismos se creen, según hemos podido comprobar tras el último micrófono abierto. Pero los electores no se toman los comicios a broma. Ni siquiera los más escépticos. Hasta el más despreocupado de los abstencionistas recuerda los agravios, las humillaciones y las mentiras propagadas durante este periodo, como las descalificaciones en un mitin y la burla en un debate televisivo. Esas son las cosas que nunca se olvidan. No los programas electorales o las propuestas económicas, si es que las tienen. Además, dichos residuos, habitualmente elaborados con diversas proporciones de demagogia y guerracivilismo, permanecen mucho más tiempo contaminando los discursos de las formaciones, pues no desaparecen el día de las elecciones. En un mes se puede acelerar la Historia todavía más.

Esta última campaña en España exhibe un estilo muy estadounidense, en las formas y en el fondo, desde la visión de la política como entretenimiento ( 24 hours news cycle) hasta las estrategias agresivas de los partidos ( going negative), dispuestos a hacer lo que haga falta no tanto para conseguir más votos sino para no perder los que ya tenían. Gracias sobre todo a los partidos de derechas, hallamos también la presencia de la religión en la política, la utilización emocional del crimen para reformar el Código Penal ( soft on crime) y el patriotismo excluyente como solución para casi todo, sin mencionar el asunto de las armas y otras guerras culturales importadas. En el mundo rural se pueden identificar reminiscencias de la "estrategia sureña" de Richard Nixon (o del mismo Donald Trump, quien la recuperó y la desarrolló a su manera), mediante la "política de los valores", con sus mayorías silenciosas, sus territorios vacíos (o vaciados) y sus ciudadanos olvidados.

Es lógico que la democracia española se parezca algo a la democracia estadounidense. Estados Unidos es uno de los países que más experiencia tiene en la aplicación de este sistema y su "experimento" sirve como modelo. La emulación en cierto modo es inevitable. Lo que sucede políticamente en Norteamérica (ya antes del sobrevalorado Bannon) provoca ecos al otro lado del Atlántico. Si lo que estamos viendo en España es un reflejo deformado de algunos episodios ocurridos aquí, deberían conocerse entonces las consecuencias que tienen los mensajes que se envían a la población a lo largo del periodo electoral, cuando los adversarios, a quienes se les marca con el prefijo "anti" para que puedan ser identificados por la turba, son convertidos en traidores o enemigos de la patria. Las campañas, desde John Adams versus Thomas Jefferson (que marcó el rumbo ideológico de la nación y no podría describirse como limpia y civilizada), importan, porque, como dice el historiador Timothy Snyder, la democracia siempre es una aspiración. Y es precisamente en una campaña electoral cuando una democracia se dice a sí misma lo que quiere ser. A veces en la poesía ya se puede divisar la prosa.

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