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José Manuel Ponte

INVENTARIO DE PERPLEJIDADES

José Manuel Ponte

Cuando Aguilé salió de Cuba

En un artículo reciente comenté la desfachatez con que actúa el Gobierno de Estados Unidos al pretender aumentar en un 150 % (y en su exclusivo beneficio) el arriendo de las bases militares que ha instalado en territorio de sus aliados. Entre ellos, España donde cuenta en Rota (Cádiz) con cuatro destructores nucleares que forman parte del llamado "escudo antimisiles" y en Morón (Sevilla) donde tienen su base una fuerza de intervención rápida en África. O dicho de manera más clara, el Gobierno de Washington pretende cobrar a sus aliados los gastos de unas instalaciones que, en la inmensa mayoría de los casos, solo a él interesan, por mucho que en los pactos se aluda eufemísticamente a una supuesta defensa conjunta. Es, como diría el fallecido escritor argentino Eduardo Galeano, "el mundo al revés", o los inquilinos (por no llamarles okupas) imponiendo sus condiciones a los dueños del inmueble.

Por supuesto, la noticia no mereció mayor espacio en los medios ni fue objeto de comentario por ninguno de los partidos que concurren a las próximas elecciones generales, pese a que a que este es un asunto que afecta a la soberanía nacional. Tanto, o más, que el contencioso catalán, ya que en este caso la correlación de fuerzas favorece abrumadoramente al Estado español mientras que en el que comentamos sucede todo lo contrario. Las razones de ese olvido se me escapan, pero no deja de resultar curioso que una hipotética cesión interior de soberanía (en el grado que fuere) despierte más interés polémico que otra mucho más evidente y peligrosa como la que propugna el señor Trump que presupone el trasiego por nuestro territorio de armamento nuclear.

Pues bien, no habíamos acabado de digerir esta imposición cuando el presidente del pelo de color de zanahoria nos anuncia otra al reactivar los efectos de la ley Helms Burton (impulsada por Bill Clinton) que daba cobertura a las reclamaciones de aquellos individuos y empresas que acreditasen haber sido desposeídos de sus propiedades por el gobierno de Fidel Castro. La ley estuvo congelada de facto desde hace veinte años (acuerdos con la Unión Europea) y todos los presidentes de Estados Unidos renovaban cada seis meses la moratoria. Hasta que llega Trump a la Casa Blanca y decide reactivarla para cumplir con su objetivo político máximo: "América primero".

La medida, que entrará en vigor a partir de hoy, afecta principalmente a empresas europeas, y entre ellas a las españolas, muchas de las cuales habían forjado alianzas comerciales con sociedades cubanas. Es previsible que las reclamaciones ante los tribunales norteamericanos se cuenten por cientos de miles, pero también es previsible que la Unión Europea responda con acciones similares y cuestiones de competencia ya que no puede aceptar que Estados Unidos sancione en su territorio a empresas ajenas a su jurisdicción. Está muy bien eso de "América primero", pero sin atropellar.

Hace años, un cantante argentino llamado Luis Aguilé puso de moda una canción, ("Cuando salí de Cuba") que quiso ser algo así como el himno del exilio cubano anticastrista. La letra decía que el que marchaba dejaba en la isla el amor, pero no mencionaba para nada las propiedades.

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