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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

La cama y los extraños

Imperativos del calendario (y de los cálculos políticos) han hecho coincidir la Semana Santa con la campaña de las elecciones generales y el 80 aniversario de la proclamación de la Segunda República. Algunos maliciosos habían anticipado que esa circunstancia serviría para encizañar aún más una confrontación que ya se intuía muy bronca pero los estrategas de los partidos no parecen haber evaluado como beneficioso para su causa encender ahora la polémica sobre la conveniencia de cambiar la forma del Estado. Y salvo Podemos ninguna otra formación se mostró partidaria en sus mítines de sustituir la monarquía borbónica que nos legó el general Franco por una hipotética Tercera República, ya que la Segunda duró escasos cinco años hasta que, miren ustedes por donde, el mismo general se rebeló contra ella y la derrotó militarmente tras una sangrienta Guerra Civil. (Reitero estas cosas archisabidas porque todavía me parece una enormidad, al enunciarlas, que el general Franco haya podido imponer su voluntad a millones de ciudadanos españoles durante tantos años, y lo que es peor aún, lo siga haciendo 'post morten' como acredita el contencioso sobre el traslado de sus restos desde el llamado Valle de los Caídos hasta otra tumba de dimensiones menos faraónicas).

Así pues, la conmemoración republicana fue discreta y de carácter minoritario. Y ni siquiera rozó la solemnidad en Cataluña porque allí los partidos que pretenden la conversión automática de una comunidad autónoma española en un Estado independiente bajo la forma de República, solo quieren ese tratamiento para las actuales cuatro provincias catalanas pero no para el resto del Estado español que continuaría siendo una monarquía. La inclusión de este vidrioso asunto en una campaña electoral de la que, según los expertos, ha de salir obligadamente un Gobierno de coalición, no nos cabe la menor duda que elevaría notablemente la emoción ante la incerteza del resultado, aunque a riesgo de poner en riesgo la estabilidad del sistema imperante. Entre otras cosas porque la alternativa entre monarquía y república desborda el planteamiento tradicional de izquierda 'versus' derecha.

Hay partidos como el PSOE, de tradición histórica inequívocamente republicana que, desde la Transición se han sentido muy cómodos encabezando un gobierno monárquico. Y por contraste amplios sectores del nacionalismo catalán y vasco de derechas que son partidarios de una república. Sin olvidarnos, por supuesto, del 'borboneo' cordial y cortesano que desplegó Carrillo con don Juan Carlos. Ni especular con los residuos del falangismo republicano que puedan existir todavía en ese "totum revolutun" de Vox. Una vez despejado ese peligro, el interés de la presente campaña electoral se centra fundamentalmente en averiguar si el conglomerado de derechas (PP, Podemos, Vox y periféricos sueltos) tiene capacidad para imponerse en las urnas al conglomerado de izquierdas (PSOE, Podemos y periféricos afines) que parte como favorito en las encuestas. Una opción, esta última, que podría favorecer también una combinación entre PSOE y Ciudadanos, que 'a priori' ambos niegan aunque en un pasado reciente llegaron a firmar un pacto de gobernabilidad que luego no cuajó. La cercanía del poder hace milagros. Ya lo dijo sir Winston Churchill, "la política hace extraños compañeros de cama".

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