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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

Propina para los taxistas de Cambados

La atención al cliente es clave en los tiempos que corren. Por eso la iniciativa de los taxistas de Cambados de acompañar a los pasajeros a la puerta de casa es digna de encomio pues por fin el colectivo recuerda a sus colegas de otras localidades, también de O Salnés, que el servicio que prestan debe ser mejor que un simple porte de mercancías que tantas empresas ya entregan en mano (ESM, se escribía).

Es bueno que el sector del taxi se modernice y para ello no basta con ofrecer un vehículo último modelo o el mejor sistema de transmisiones y navegación. Deben apostar por un servicio integral que dé la mano a los usuarios de modo que lleguen a casa, o a donde sea, en las mejores condiciones posibles, pues para eso tienen la licencia de servicio público.

La propuesta de Cambados merece todos los aplausos ya que no se trata solo de proteger a las mujeres de los depredadores que andan sueltos sino que también se brindan a acompañar a los mayores dependientes, a los niños que viajen solos e incluso a ayudar a los que lleven más peso del aconsejable. Un servicio que debería resultar implícito en una sociedad que debe recuperar sus valores. Se trata de la simple ayuda al prójimo, de cumplir con las más elementales leyes de la convivencia pacífica, y ¿por qué no?, de protegerse uno mismo para no ser acusado de omisión del deber de auxilio debido.

Aún cuando la iniciativa de Cambados es encomiable, resulta chocante que se pretexte este servicio cívico como algo excepcional. Nadie duda de que el colectivo cumple con una función empresarial y que su presencia en las calles de cualquier ciudad, de día y de noche, es impagable tanto por el servicio que prestan como por su disuasoria presencia.

Pero conviene que den un paso más aunque ello suponga un esfuerzo que otras empresas ya incluyen en sus menús de viaje, simplemente porque los seres humanos se merecen, como mínimo, igual respeto que un paquete que el repartidor entrega a domicilio.

Y quizás la sociedad deba recuperar viejas tradiciones y ser algo más agradecida cuando alguien le presta atención con toda su buena voluntad. Para ello, no hace falta subir tarifas pero no estaría mal volver a la sana costumbre de la propina en vez del contador digital, básicamente porque carece de alma.

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