El servicio urbano medido, según la denominación utilizada por la CTNE, entró en funcionamiento el 1 de agosto de 1960 y cambió sustancialmente el modo de pago de los abonados suscritos en Pontevedra a su oficina central.

A partir de entonces, cada línea dispuso de un contador individualizado, que de manera automática avanzaba un paso por cada llamada efectiva. Si el receptor comunicaba o no respondía, la llamada no contabilizaba al emisor. La compañía no elevó, de entrada, el precio de su tarifa ordinaria para un cupo mensual de llamadas, que cifró en cien pasos del contador. Pero en caso de superarse esa cantidad, el abonado tenía que pagar 25 céntimos más por cada llamada realizada.

El control y la lectura del contador de cada abonado pontevedrés se realizaban, mes a mes, por medio de una fotografía, en donde aparecía reflejado el número de teléfono, junto con el número de pasos registrados. Tal sistema se consideraba muy fiable y facilitaba cualquier comprobación posterior a la oficina comercial, en caso de reclamación de cualquier usuario.