El compositor norteamericano John Adams acaba de recibir el premio de música mejor dotado de España, lo cual permitiría pensar que vamos saliendo de nuestro arcaísmo musical, pero nadie se engañe. Adams estuvo en España hace 5 años, "dirigiéndose" en el Auditorio Nacional. El programa de ese día incluía en primer lugar la obertura de Fidelio, de Bethoveen, y después de un descanso entraba Adams. El público era como de dos tercios de entrada, pero en el descanso se fueron casi la mitad (abonados, supongo). Aunque Adams es un minimalista neoclásico, y totalmente ecléctico, el gusto mayoritario deplora la música del siglo XX (salvo algún romántico tardío), y no digamos ya la de su segunda mitad. Aquí identificamos la música clásica con la majestad de sus tiempos clásicos, o de la lenta decadencia de estos, una rara nostalgia que monopoliza, o casi, las salas de conciertos.