A la espera de que se cumpla el refranero y abril aporte "aguas mil", quizá no estorbe repasar las cifras que un marzo seco aportó en hectáreas quemadas por el fuego forestal y reflexionar sobre la perspectiva que se deduce del ya evidente cambio climátuco. Con efectos que no han de medirse ya solo por decenios, sino por meses sin que de momento se tenga información completa acerca de qué planes de contingencia -si los hay- se preparan y quiénes están encargados de elaborarlos y cuáles serán sus objetivos, más allá de sugerir que la población ahorre agua y la pague más cara.

En esa línea, y hablando de política forestal, quizá la primera reflexión haya de ser en forma de pregunta para indagar datos acerca de si se está cumpliendo el pacto que en su día alcanzaron -o eso dijeron- PP y PSOE. Fue para revisar aspectos clave de las actuaciones en materia de previosión y extinción, sobre todo aquella, de forma que se mejorase un horizonte que, a pesar de todos los esfuerzos, sigue siendo complejo. Un acuerdo que necesitaría elementos añadidos para consolidar las posibilidades de éxito hasta convertirlo en un auténtico Pacto por el Monte.

Lo negativo de ese deseo -y para la necesidad de que se cumpla- es que los hechos demuestran que la voluntad de quienes deberían llevarlo a cabo no parece ser ni constante ni siquiera general. Lo demuestra el hecho de que en todos estos años, cuantos más fuegos asolaban la riqueza forestal de Galicia más se hablaba del Pacto, sin conseguirlo. Y la rutina llegó a aburrir tanto incluso a los más devotos de conseguirlo, que ya ni siquiera se menciona más que de pasada en los bancos y los pasillos de la Cámara autonomica. Así que vaiche boa, y nunca mejor dicho.

(Seguramente no es casual que, como casi siempre, mucho de cuanto se relaciona con el monte se convierta aquí en una baza destinada al juego electoral. Lo fue para el fallecido Manuel Fraga en el verano de 1989, cuando las llamas abrasaron a la Xunta de coalición nacida de una moción de cesura, y también en 2006 al iniciarse la quema de la bipartita que presidió el señor Pérez Touriño. Y desde entonces todos acudieron a la hoguera para utilizarla en su favor, olvidando que el daño -beneficios no había- era para el país en su conjunto y por tanto para todos y cada uno).

Esa maldita costumbre -por cierto y para utilizar un viejo término, muy poco "patriótica"- permanece hoy en los debates políticos. Aunque no se relacionen directamente con los incendios: la señora Pontón, portavoz del BNG, llegó a decir que el monte gallego "es un polvorín por culpa de la política de la Xunta al servicio de ENCE". Ni palabra sobre el efecto económico para el sector forestal y los trabajadores ni mención al hecho de que el problema ya no es medioambiental, sino territorial, o por ser más exactos, legal, acerca de la ocupación de un terreno público cuya prórroga se discute por los mismos que apoyaron su concesión. En todo caso, y retomando el prefacio, sería útil que los eficaces portavoces popular y socialista expliquen cómo va su pacto.

¿No...?