Afortunadamente el ticket que había guardado celosamente durante semanas apareció en uno de los pequeños bolsillos de mi falda y al final pude adentrarme en el recibidor del CCCB. Nada más entrar, una mesa con montañas de ejemplares de la novela "La única historia" de Julian Barnes. Pago con un billete de veinte y aquel muchacho que no parece vendedor me devuelve algunos céntimos con mirada de quien está en pleno cálculo mental.

La sala huele a una fusión entre pie, tabaco y sudor humano y está llena de rostros de semblante intelectual. Me siento en una de las pocas butacas libres que quedan al final y trato de no hacer ruido.

Y de pronto su nítida y profunda voz con ese característico acento británico inunda la sala. Los oyentes palpamos cada respiración, la intención de cada silencio. Cierro los ojos y pienso que me encantaría pasarme una vida escuchando una voz así.

A raíz de la trama de su novela, la historia de amor entre un veinteañero y una cuarentona que se conocen jugando a tennis (una historia de corte autobiográfico), Barnes trata distintos temas. Uno de ellos es la memoria.

Y dice el autor que la memoria está más cerca de la imaginación que de unos hechos concretos carentes de emoción. Sostiene que hay diferentes miradas sobre los mismos hechos.

La memoria no es una maleta donde lo metemos todo y un día abrimos y esos recuerdos salen tal cual entraron, explica. Hay diferentes maneras de narrar los mismos hechos.

La imagen de la maleta de Barnes me hace plantearme que tal vez habría que distinguir entre la memoria del autor, más emocional y sensitiva, la del filósofo más profunda y reflexiva, y la del periodista que narra unos hechos concretos desde la neutralidad y sin involucrarse emocionalmente en ellos. Y me pregunto, ¿dónde está la frontera y quién la decide?

En un periódico puede y debe haber un poco de todo. A veces los periodistas son también autores y un poco filósofos. Es evidente que no es lo mismo una crónica que una columna de opinión.

Julian Barnes dice que debe haber tolerancia y diferencia en el recuerdo.

Una vez él y su hermano presenciaron la matanza de un pollo. El recuerdo del hermano era más sangriento; enfatizaba los detalles escabrosos que a él, en cambio, le pasaron desapercibidos. En su relato, sin embargo, no había sangre y sí una intencionalidad por evitar el sufrimiento del animal.

La memoria del autor, por tanto, tiene que ver con la mirada y es un acto de la imaginación. Podemos afirmar que la memoria es subjetiva. Por ello quien lee una novela está más cerca de entender la vida que quien se ciñe a la escritura periodística. Porque el alma de los personajes es lo que nos llega como seres humanos y no los hechos desprovistos de sentimiento.

De ahí también que a veces haya divergencias y dos personas terminen discutiendo los mismos hechos que recuerdan de forma distinta.

Barnes agradece que su hermano acepte su memoria y no le ponga pegas al utilizar material de carácter autobiográfico para sus novelas porque eso facilita su trabajo como novelista además de propiciar que su relación sea inmejorable.