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Juan José Millás.

Todo muy científico

Los titulares de la prensa económica tienden a la metáfora debido a una suerte de tropismo inexplicable en una ciencia exacta. Pero la economía, como demuestra la realidad, ni es ciencia ni es exacta. De ahí que genere noticias más próximas a la ficción que a la no ficción. Por cierto, que algún día tendrán que aclararnos por qué en los suplementos literarios se denomina de este modo (no ficción) al ensayo. ¿Acaso se trata de un género carente de rasgos específicos, de manera solo es posible analizarlo por oposición a la novela? Vaya usted a saber. Nos viene a la memoria una frase de El río de la conciencia, el último libro de Oliver Sacks, que dice así (cito de memoria): "Toda verdad es una verdad narrada". Significa que toda verdad es un cuento. Otra cosa es que sea bueno o malo, pero eso hoy no toca.

Toda verdad económica es una verdad narrada. "El mercado de deuda de EE UU emite señales de alarma", decía un reciente titular de El País. Si se lee despacio, asusta, entre otras cosas porque hemos aprendido a tenerle miedo al mercado de deuda estadounidense. La última vez que emitió señales de alarma sucedió la caída de Lehman Brothers, que tanto daño nos hizo a usted y a mí, pese a no tener nada que ver con los hermanos Lehman. A ver, no es que uno sepa a ciencia cierta lo que es el mercado de deuda. Tampoco sabe a pies juntillas lo que es un aneurisma, pero preferiría evitarlo. Si nos dijeran que el Producto Interior Bruto está al borde del ictus, nos echaríamos las manos a la cabeza aun careciendo de conocimientos de medicina. La vida nos ha hecho cautos y temerosos. Además, hemos leído muchas novelas y hemos visto muchas películas que terminaban mal. De modo que la emisión de señales de alarma por parte de la deuda de EE UU nos pone los pelos de punta.

Adviertan, de otro lado, que la frase convierte a la deuda norteamericana en una especie de ser vivo capaz de pedir socorro a gritos. Ignoramos cómo es el rostro de la deuda y el sonido de su voz, pero nuestra imaginación no tiene límites. Podemos escuchar su crujir de dientes. Ante lo cual solo se nos ocurre hincarnos de rodillas para pedir al cielo que no nos castigue con otra crisis como la de 2008. Todo muy científico, como la economía. Muy novelesco, queríamos decir.

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