A estas horas, lo más probable es que cuando se trate cualquiera de los aspectos que se relacionan con los incendios forestales que castigan el Barbanza y puntos de Pontevedra y Ourense, la conclusión se resuma en una pregunta que por ahora no tiene respuesta: cómo acabar con el fuego forestal. Naturalmente, y por desgracia, no se trata de erradicarlo por completo. tarea que parece imposible, pero sí de reducirlo a parámetros mucho más reducidos que hasta ahora mismo. Y no se dice "asumibles" porque nunca lo son, y menos si hay fallecidos.

Hecho el introito, resulta procedente insistir en que además del factor humano, en los incendios influye el cambio climático. Que sigue siendo objeto de polémica -y quizá por eso no se tenga en cuenta como se debería-, pero que ya nadie sensato puede negar. Lo que está pendiente es el modo de afrontarlo y qué medidas adoptará para ello la sociedad, en este caso gallega. Aplicado a lo forestal, el Parlamento autonómico estableció un pacto entre PP y PSOE para modificar aspectos claves de la previsión y la extinción, pero se sabe poco -o nada- de cómo va el asunto.

En ese sentido, uno de los requisitos que aparentan básicos para asentar la estrategia es evitar la rutina. Primero, porque provoca un elevado riesgo de error humano y, segundo, porque adormece al conjunto de las llamadas fuerzas vivas, cuya operatividad y participación en la tarea resultan indispensables. Durante muchos años esa participación fue requerida en el marco de un necesario Pacto por el Monte, que habría de sumar fuerzas políticas y sociales, pero esa idea ha caído en esa citada rutina, y por eso seguramente no llegó a cuajar en hechos concretos.

Es por eso, y para evitarlo, por lo que resulta crucial atender la llamada del conselleiro de Medio Rural que, a pie de llama, exhortó a la ciudadanía a intervenir en ayuda de quienes han de dirigir y aplicar la estrategia. Y ha de hacerlo ante todo porque lo que está en juego es, con la ecología, el porvenir del Reino y el interés de todos, además del particular, legítimo, de propietarios comuneros o individuales. Y en definitiva, por un concepto que debe ser alfa y omega en una sociedad democrática: defender lo común, que es el legado para las generaciones venideras.

Así las cosas, la lucha contra los incendios y los incendiarios, que ha de pasar obligadamente por una redefinición de los daños y de su castigo y compensación, requiere de una implicación aún mayor de la que ya se produce de la autoridad política en Galicia. Porque, con ser importante, no resulta suficiente acudir a los incendios y estar con quienes los sufren y combaten. Se precisa que conselleiro y presidente y/o vicepresidente tejan una red de colaboraciones más densa y mejor que la existente. O, dicho de otro modo, que refuercen, aparte de todo lo hecho, una alianza efectiva con todos y cada uno de los que, a través de un enfoque común porque comunes son las causas, compartan medios, información y coordinación siempre que sea necesario. Y lo es más ahora que antes.

¿O no...?