Opinión

Ceferino de Blas

La corporación que quiso dimitir por el puerto

La historia, que siempre retorna, es frustrante cuando exhuma problemas que no se solucionan por más tiempo que pase.

Uno de ellos revive ahora con fuerza en Vigo. Es la conexión ferroviaria del puerto con Europa, por la que se viene peleando en vano desde tiempo inmemorial. Hace justamente cien años se celebró en Vigo una reunión del alcalde, Lago Álvarez, y dirigentes locales con sendas representaciones políticas de León y Burgos, para concertar un plan conjunto de un tren directo a la frontera gala.

Simultáneamente, desde el Ayuntamiento se presionaba en un doble sentido: mejorar las prestaciones portuarias, y construir la línea ferroviaria que conectase la ciudad con Irún.

El puerto era sentido como propio por todos los vigueses, y los concejales estaban íntimamente comprometidos con su desarrollo.

De cómo estaba la temperatura en Vigo por estas causas dan cuenta dos de las sesiones municipales habidas en el mismo mes.

El 12 de abril de 1919, el concejal Waldo Gil entró a saco en el tema, y puso en contraste el mal estado de los muelles y la campaña iniciada en Lisboa contra el puerto de Vigo. Propuso que el Ayuntamiento se dirigiera de forma enérgica al Gobierno para que acometiese con urgencia la reparación del muelle de Comercio e iniciase los demás proyectos.

Ceferino Maestú, que preside la sesión como alcalde en funciones, contesta que en la mejora de los muelles y los proyectos que afectan al puerto hay unanimidad en el pueblo. También en la necesidad de acometer una acción mancomunada para presionar al Gobierno.

La corporación vuelve a tratarlo en la sesión del 26 de abril, en la que se aprueba una moción "acerca de las obras del puerto de Vigo y del ferrocarril directo a la frontera francesa".

La urgencia viene dada por un proyecto de ferrocarril de Algeciras a Francia, que en Vigo ha causado un enorme malestar por los perjuicios indirectos que pueda ocasionar.

Propone el alcalde que se convoque a una asamblea magna a todas las fuerzas vivas para tomar los acuerdos que sean del caso, incluida la creación de Juntas de Defensa, a fin de que el Gobierno atienda las justas aspiraciones viguesas.

Varios concejales consideran estas medidas insuficientes e incitan a que se adopten posturas extremas de rebeldía. Hasta conminar al Gobierno con la dimisión de la corporación si no se produce una respuesta satisfactoria. Ya avanzada la sesión, se planteó dimitir de inmediato.

Pero el alcalde puso un punto de serenidad, aduciendo que los concejales han venido a la sesión a trabajar por el pueblo, no para abandonarlo en los momentos difíciles.

No serán las únicas veces, en estos años, que se trate de la situación del puerto, su mejora y la necesaria conexión con Francia. Era cuestión de supervivencia.

Vigo se sustenta en un soporte esencial, el mar y las rutas marítimas, y la situación de la ciudad ha dependido siempre, y evolucionará, en función de cómo le vaya al puerto. De cómo logre colocar sus productos, la pesca y los tráficos marítimos.

Ha mejorado desde la implantación del ferrocarril a la meseta, en 1884, pero se ha estancado en la búsqueda de la solución final, que no se completará hasta que se logre un transporte ferroviario directo hasta la frontera francesa. Lo que se denomina tráfico intermodal -barco-tren-, imprescindible para lograr el objetivo pleno.

La amenaza de que esa aspiración se pospondrá hasta los planes comunitarios de 2050, cuando otras ciudades portuarias ya han entrado en proyectos inmediatos de la UE, supone un mazazo que, visto con perspectiva histórica, es más letal que el que había indignado a los vigueses en 1919, que llegó a empujar a su corporación municipal a dimitir.

Tampoco es para desesperarse. Si se repasa la historia de las pugnas portuarias, se aprecia que Vigo siempre ha tenido que convivir con las amenazas de los más próximos, que trataban de minimizarlo o devolverlo a la nada portuaria. Unas veces las amenazas provenían de Lisboa, otras de A Coruña, Santander, Gijón o Bilbao, en diferentes épocas. Ahora el rival es Leixoes. Los más alarmistas dicen que puede ser la rüina.

No hay duda de que, como ha ocurrido otras veces, Vigo se repondrá. No en vano es la bahía más segura del mundo, como han dicho a lo largo de los tiempos cuantos viajeros se acercaron a la ciudad y se asombraron con su ría.

Pero esta dosis de optimismo histórico no puede entorpecer la búsqueda de la solución, que no será plena hasta conseguir esa línea directa con Irún. Lo que viene reclamando la ciudad desde hace más de un siglo.

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