Alfonso Guerra es un estadista español que ha prestado servicios impagables, manteniendo el timón de un partido que vertebró España en momentos cruciales, facilitando pactos dificilísimos sin perder la cara y teniendo siempre el Estado en la cabeza, como se decía (quizás con menos méritos) de Manuel Fraga. La contrapartida de todo esto, durante el tiempo en que el "compañero Alfonso" mandaba en el PSOE, ha sido la práctica eliminación de la disidencia interna, con la consiguiente falta de retroalimentación de ideas, la meritocracia de los sumisos y la desecación de mucha inteligencia. Bueno, si nos ponemos patrióticos tal vez haya merecido la pena su tarea de gran capataz en bien de la productividad electoral y de la buena defensa del Estado constitucional, pero la denuncia de "tendencia al cesarismo" en el actual PSOE resulta bastante patética en su boca, tenga o no tenga razón.