El cinismo es un comportamiento deplorable, especialmente para quien lo padece, pero se ha consolidado como una poderosa argamasa para sostener determinados vínculos humanos. Para sobrevivir mientras a los de al lado los abate una tormenta. Sobran los ejemplos. Salen varias veces por semana en los periódicos, en alguna de esas fotografías que muestran las costumbres y la utilidad de la vida institucional -cortar cintas, visitar obras, reunirse, instar a otra administración, sujetar carteles-, dos políticos del mismo partido que no pueden ni verse. Sería una descortesía decir aquí sus nombres. Podría romper la magia de una relación insana que ambos mantienen por una cuestión de oportunidad. Por fortuna, una alusión tan genérica sobre compañeros de filas que no se soportan disimula bastante.

Con sus comentarios maledicentes sobre el otro en conversaciones con compañeros, familiares y periodistas, con su pulso soterrado por comprobar quién va a claudicar primero, esta clase de personas construyen, sin pretenderlo, una relación fortísima. Tóxica y cínica, cierto que sí, pero también muy duradera.

Seguirán sonriendo en las fotos, pegados pese a que no se soportan. Camuflándose entre el resto de trajes y corbatas. Me acuerdo de ellos a cada capítulo de esta constante sucesión de bajas, sobresaltos y portazos en la política local. Las dimisiones y fichajes nos abruman, caray. Los nuevos tiempos de la política quitan el hipo. No hay una formación tranquila.

Hay una prueba que falla pocas veces. Quien sale a la palestra, opina y se postula sutilmente después de la marcha de un compañero fue, con seguridad, responsable de intentar mover su silla o de causarle desasosiego. Algunas personas necesitan poner tierra de por medio, todo el planeta si fuera posible. Ciertos políticos no encajan en el mismo grupo municipal que otros, en la misma candidatura e incluso en el mismo partido. Escapar se presenta a veces como la salida más digna, otras es un golpe de efecto, algunas de las decisiones se adoptan por ego.

John Lennon conoció a Yoko Ono en una exposición vanguardista. El público tenía que subirse a una escalera para poder leer un yes diminuto dibujado en la pared. Años después, la viuda diría convencida que "John y yo nos conocimos para hacer Imagine". Me gusta pensar que esos dos políticos de Ourense se conocieron para ser cínicos el uno con el otro y, con esa convicción, permanecerán siempre unidos mientras otros rompen a su alrededor.