"Ni por activa ni por pasiva se puede dejar que muera más gente en el Mediterráneo y el Estrecho de Gibraltar. Es una obligación que da valor al ser humano. Abstraerse de ella solo indica bajeza moral y crueldad infinita".

Lo dice AETINAPE, la asociación que aglutina en España a la mayoría de los titulados náutico-pesqueros, al tiempo que lamenta que determinada fuerza política con representación en el Parlamento de Andalucía "frivolice" con los náufragos.

Alzan la voz los náutico-pesqueros contra "toda decisión, por acción u omisión, que suponga poner en riesgo la vida de cualquier persona en la mar" y no es de extrañar que así sea porque nadie mejor que ellos, los que viven del mar y en el mar, para valorar cuanto significa la acción de salvar vidas, algo que en España llevan a cabo profesionales del salvamento marítimo que, en las comunidades autónomas o como dependientes de la Sociedad de Salvamento Marítimo (Sasemar) , que han demostrado y demuestran en el día a día esa solidaridad y entrega que solo en la mar se produce en casos desgraciadamente cotidianos.

Conseguir un mundo marítimo más seguro es el objetivo que Aetinape fijaba en su Manifiesto Mediterráneo aprobado el pasado 14 de diciembre en su XX plenario celebrado en Pasaia, que concluye de forma rotunda: "La comunidad marítimo-pesquera agradece orgullosa la heroicidad de las personas que salvan vidas humanas en la mar", algo que también consagra como deber el Derecho Marítimo Internacional. Por esto precisamente se hace difícil entender que, desde un planteamiento meramente político se frivolice con este tema que moviliza de inmediato a los pesqueros que perciben una situación de peligro en cualquier mar -de modo muy significativo en el Mediterráneo y el Estrecho de Gibraltar-, a causa de los movimientos migratorios existentes entre África y Europa- por la implicación propia en el hecho de la navegación, sea cual sea el tipo de barco.

No ayudar en la mar al salvamento de un náufrago, detener y hasta encarcelar a aquellos que en la mar arriesgan sus vidas para salvar las de los que se aventuran -sabiendo o no nadar- a cruzar unas millas de aguas en demasiadas ocasiones sumamente peligrosas para las embarcaciones siempre frágiles que ocupan y vendidos a verdaderos contrabandistas de seres humanos, es lo más grave que puede ocurrir en el mar. Pero hay quien, con el culo bien sentado en un despacho más o menos cómodo, entiende que su sentido político de esa su cruel realidad le permite pontificar sin, verdaderamente, experimentar los miedos propios y ajenos al hambre, la miseria y cualquier otra circunstancia que surge en su país, en su ciudad, sin ni siquiera haber dado un paso para provocarlo por aquel que busca soluciones en una barca insegura, frágil, como frágil e insegura es su existencia en el vecino continente.

Es lamentable siempre. Pero más en una formación política que dice querer aportar soluciones a los problemas de España, a cuyas costas llegan cada día centenares de niños, mujeres y hombres que huyen de conflictos armados y regímenes políticos que no les permiten vivir. De esto sabemos mucho los españoles, aunque algunos recurran a la goma de borrar sensibilidades.