La renovación en el decanato del Cuerpo Consular de Vigo, con el nombramiento de Juan M. Viéites, que sustituye a José Antonio de Román, demuestra que el organismo sigue vivo, aunque no tenga la fuerza de antaño.

De hecho, sólo quedan trece países representados en Vigo en 2019, y sólo tres con diplomáticos profesionales, cuando llegó a haber más de una treintena de consulados. Sería deseable que no se redujera la nomina.

Sin duda, el momento cumbre se produjo hace justamente un siglo, recién terminada la Gran Guerra.

Vigo vivió con euforia el final de la contienda. Y había razones para celebrarlo. Se levantaba el cerco a la mayor fuente de riqueza de la ciudad: el mar, y el transporte marítimo, tanto de mercantes como, sobre todo, de pasajeros.

En años anteriores a la conflagración había alcanzado cifras increíbles, debido a la emigración a América del Sur, pero también a la del Norte. Aún está por escribir la historia documentada de la gran migración de gallegos a EEUU.

Por eso, la firma del armisticio supuso una explosión de júbilo, que se exteriorizó en una gran manifestación por las principales calles de la ciudad, que tuvo una peculiaridad. Los manifestantes se detenían ante las legaciones consulares de los países aliados -Inglaterra, Francia, y sobre todo, EEUU-, para que una delegación acudiera a testimoniar la gratitud de la ciudad a cada representación.

Lamentablemente son escasos los referentes gráficos de aquel acontecimiento ciudadano, pero existen testimonios literarios muy explícitos, comenzando por los relatos de este periódico.

Aquellas muestras de deferencia se dirigían, fundamentalmente, a lo que habían aportado los países aliados a la victoria y a la paz. Pero también eran un agradecimiento individual a los diplomáticos que, durante la guerra, habían ayudado a sus nacionales, servido a sus gobiernos, y favorecido que la convivencia en Vigo fuera más soportable, en tan difíciles circunstancias

Así, han pasado a la historia local Mr. Nathan, cónsul de EEUU, y Mr. Nigthingale, de Gran Bretaña, diplomáticos profesionales, cuando Vigo había alcanzado una apreciable relevancia como territorio estratégico para todas las potencias.

Sin olvidar la labor relevante de los cónsules honoríficos, que desempeñaban vigueses destacados.

Tan importante era la tarea realizada, y el papel desplegado, en aquella etapa, que en 1920 se constituyó el Cuerpo Consular vigués, cuyo primer decano fue su impulsor más activo, el representante de Uruguay, Eduardo García Huertas. Posteriormente, fue cónsul en Valencia.

Se conformaba así la institución consular viguesa, cuya representatividad siguió siendo de gran importancia hasta concluida la II Guerra Mundial, incluida la contienda civil española, en la que los cónsules fueron respetados.

El ejemplo es el de Avelino Rodriguez Elías, gran periodista y cronista oficial de Vigo, que tras ser detenido y retenido en la prisión del Frontón, fue liberado, y pudo huir a Paraguay, país del que era cónsul honorífico. De no ostentar esta representación, posiblemente hubiera corrido la trágica suerte de su compañero de Redacción y amigo, Lustres Rivas.

En estos tiempos, la globalidad, internet y la facilidad de las comunicaciones, han menguado la importancia de los consulados, aunque no los han hecho desaparecer.

Vigo siempre se ha congratulado de ser ciudad consular, y aspira a seguir siéndolo, por el servicio que presta la función diplomática, y porque prestigia.

Por eso conviene recordar los momentos de gloria de la institución, empezando con el aniversario del Cuerpo Consular, que en 2020 celebra el centenario.

Una buena ocasión para ofrecer un homenaje al decano -por años de servicio-, de los cónsules vigueses, Adriano Marques de Magallanes, que ha cumplido medio siglo representando al Ecuador en Vigo. Pocos cónsules honorarios habrá en la Península que lo superen, si es que existe alguno.