A estas alturas, y vistos los precedentes, no parece que el optimismo vaya a ser el previsible estado de ánimo de armadores y pescadores gallegos ante el anunciado reparto de cuotas en Namibia. Cierto que hasta ahora ocuparon puestos altos en el "ranking", y que eso significa entre otras cosas una actuación respetuosa de la flota con las normas, pero por sí sola no garantiza mantenerse donde está. Van a ser necesarias acciones de respaldo y es ahí donde aparecen las dudas, porque esa actividad no parece ocupar mucha atención del actual Gobierno, sin que sirva de excusa el poco tiempo que lleva en ejercicio.

Tampoco se trata de cargar toda la responsabilidad por lo que no se ha hecho, o se ha hecho mal -que no serían pocas, como tampoco las de gobiernos anteriores- al Gobierno del señor Sánchez. Pero si hay unas cuantas cosas claras, y la mayor parte se resumirían en dos: política exterior casi por completo dedicada, y sin resultados apreciables, a frenar la propaganda separatista catalana y la segunda, gestos y más gestos dedicados a sectores mayoritarios en busca de votos. Y como la pesca no lo es, la atención prestada ha sido escasa: de ahí el poco optimismo.

Hay otra evidencia que contribuye, al menos desde el punto de vista de escribe, a las dudas ante el reparto -o macrosubasta: ya se verá cómo se desarrolla cuando llegue la hora- de cuotas en aguas namibias. Y es que esa debilidad de España como Estado -en opinión personal discutible, desde luego- a la hora de respaldar en el exterior asuntos de interés general, se agudiza por el largo momento electoral que se vivirá de aquí al verano. Que en cualquier parte, y eso también es verdad, sitúan a los gobiernos y las sociedades en una situación de especial vulnerabilidad. Sobre todo cuando se llega al largo periodo de los prepactos.

Namibia, y debe ser recordado aquel tiempo para tomar nota de aciertos y errores, fue junto a Mozambique la gran alternativa a las zonas tradicionales, sobre todo cuando se agudizaron las dificultades en Gran Sol o el caladero de Boston y se vislumbró que el fletán -una especia "descubierta" o casi, por los gallegos que pareció un alivio- se constituyó en una "guerra" a causa de su rentabilidad potencial y las aguas canadienses acabaron con problemas. Y ese litoral africano pareció una excelente apuesta, con papel muy destacado de empresas entonces gallegas.

Curiosamente, cuanto de positivo tuvo en un primer momento la expectativa africana estuvo a punto de frustrarse. Los buques españoles, entre ellos los gallegos, fueron objeto de no pocas sanciones y apresamientos, lo que redundó en un panorama de complicación económica que condujo a entidades que habían apostado, en fuerte competencia, por los nuevos barcos, a posiciones financieras delicadas. No fue esa la causa de lo que luego pasó, pero sí un síntoma de lo que podría llegar a pasar. Y por eso Namibia es aún, como ya fue, punto de inflexión para el futuro pesquero extraordinariamente propicio. Y el reparto de cuotas que se anuncia es, por eso, una apuesta de país que habrá de afrontarse con decisión y apoyos bastantes. Económicos y diplomáticos, por supuesto.

¿No...?